Todos los días en las vidas de los hombres del siglo XXI nuestras ventanas contruidas con tableros LCD o de plasma nos muestran un mundo de mediocridad y vacío. Encendemos la televisión, o la pantalla del ordenador y echamos de menos a gente extraordinaria que nos conmueva como seres humanos, que hagan que dentro de nosotros brille una luz que nos invite a luchar por un mundo mejor, por el bienestar general y la familia, la de sangre y esa otra que se forja con cariño a lo largo de los años con amigos a los que demostramos y que nos demuestran que les importamos.
Echamos de menos a personas como Mahatma Gandhi, Santiago Ramón y Cajal, José Ortega y Gasset, John Lenon, Jimi Hendrix, Pablo VI, Che Guevara, … y tantos otros que por su tremenda humanidad y con indenpendencia de sus creencias siempre han tenido en común su amor por la libertad del hombre y la lucha por la dignidad del ser humano. Y aunque parece que han desaparecido de nuestros mundos virtuales de sistemas informativos opináticos para ser sustituidos por personajes de lo más variopinto, ya sean políticos o «vivelavidas», actores de culebrón o periodistas de barrio, … yo sé que existen y siguen entre nosotros.
Cuando dirigimos nuestra mirada a la calle y vemos a nuestros vecinos, cuando charlamos con los amigos, cuando cruzamos dos palabras con otra persona… nos damos cuenta de que el ser humano es hermoso aunque esté bastante confundido.
Somos seres poderosos y frágiles dotados de la responsabilidad de la conciencia, el norte de la razón y el milagro de la sensibilidad del alma; pero lo realmente importante es que todos somos un único ser que se refleja en nuestros semejantes.
Y aunque parece que se nos ha olvidado, porque continuamente se nos separa ya sea por razón de raza, clase, sexo, religión, política, equipo de futbol y hasta marcas de ropa … lo cierto es que todos venimos al mundo llorando y que nos vamos solos de el, y por esa razón somos un único ser que vive el mismo camino y al que se le da la oportunidad de ayudarse a sí mismo fragmentado en multitud de seres individuales que confundidos se sienten diferentes y extraños.
El mal es una enfermedad del ser humano muy parecida al Alzheimer, pues olvidamos que hacer daño a un semejante es causarnos daño a nosotros mismos. Se puede vivir con el dolor causado por otro, pero no se puede vivir plenamente habiendo sido el que ha causado el daño, pues nos depersonalizamos, quedamos aislados, y dejamos de ser ese ser único y poderoso capaz de todo para convertirnos en retales y restos de lo que es una persona.
Ya no se habla del «deber ser» sino de lo que «debe parecer». Vivimos en una sociedad consciente sólo de sus artificios y no de sus posibilidades. Buscamos el triunfo basado en cifras y no la felicidad incomensurable de nuestra capacidad de ser y por tanto de amarnos a nosotros mismos y a los reflejos que encontramos cada día al salir por la puerta de casa en la mirada de otro ser humano.
Nadie nos podrá arrebatar jamás la grandeza de ser hombres aunque olvidemos que lo somos.
El otro día precisamente me imaginé qué sería de alguien cuando se mirara al espejo. Pensé en el asco que dabería sentir porque podemos engañar a todos pero no a nosotros mismos. Eso sí que es una ley escrita a fuego, ríete tú del karma…
Abrazo.
La justicia es muy silenciosa.