Economía: asignación de recursos o simbiótica

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Siguiendo a James M. Buchanan[1], la Economía no puede definirse como una ciencia que se define a sí misma como muestran algunos autores. Sirva para ilustrar esta corriente las definiciones de dos autores de la Escuela de Chicago: para Jacob Viner, la Economía es lo que hacen los economistas, propuesta a la que Frank Knight dotó de una naturaleza totalmente circular al agregar que los economistas son los que hacen Economía.

En palabras de Buchanan: ”Los economistas deberían concentrar su atención en una forma particular de actividad humana y en los diferentes ordenamientos institucionales que surgen como resultado de esta forma de actividad. El comportamiento del hombre en la relación de mercado que refleja su propensión a la permuta y al trueque y las múltiples variaciones de estructura que esta relación puede adoptar constituyen los temas apropiados de estudio para el economista.“ [2]

Adam Smith en el segundo capítulo de la Riqueza de las Naciones, afirma que el principio que da lugar a la división del trabajo, “no es originalmente el efecto de alguna sabiduría humana, que prevé y tiene por objeto esa opulencia general a la que da lugar. Es la necesaria, aunque muy lenta y gradual, consecuencia de una cierta propensión de la naturaleza humana que no tiene en vista una utilidad tan extensiva; la propensión a permutar, trocar e intercambiar una cosa por otra”[3].  De este texto podemos destacar que la búsqueda de la riqueza no es la causa del éxito de la organización humana, si no más bien un perfeccionamiento de las acciones basadas en el sentido común y en una lenta evolución de la aptitud económica del ser humano, que de forma innata permuta, troca e intercambia sus bienes con otros. Esa capacidad casi instintiva es el fundamento de la Economía social, más cerca de la “teoría de los mercados” que de la “teoría de la asignación de recursos”. La asignación óptima de recursos es en muchos casos más un problema de carácter tecnológico que de carácter económico.

Lord Lionel C. Robbins considera que la Economía es «la ciencia que estudia el comportamiento humano como una relación entre medios escasos que tienen usos alternativos[4]. Desde esta perspectiva nuestro campo de estudio es un problema o un conjunto de problemas y no una forma característica de la actividad humana. Serán vanos los intentos por encontrar en él una afirmación explícita que indique el sujeto decisor respecto del cuál son alternativos los fines. Según Howard S. Ellis, el agente económico es un ser anónimo, y por tanto, su identidad no influye en el proceso decisorio. El problema económico se traslada desde el planteamiento del individuo hasta aquel que afecta al grupo familiar, la empresa, el sindicato, la iglesia, la comunidad local, el gobierno municipal o provincial, el gobierno nacional y, por último, el mundo[5].

Milton Friedman, afirma que la Economía estudia cómo una sociedad determinada resuelve su problema económico. Esto implica que hay un contenido fundamental en la Economía que es el “bienestar general”, que pasa a ser el tema central de la Economía. Este “problema fundamental” ha sido debatido ampliamente en la Economía teórica del bienestar y en el enfoque económico utilitarista.

El problema de la resolución del bienestar social se va haciendo cada vez más difícil a medida que pasamos de los individuos a los agregados sociales. Los utilitaristas intentaron solucionar esta distancia agregando utilidades, pero ignorando de nuevo la identidad de los agentes y presuponiendo un “comportamiento racional” para poder agregarlos en forma de “funciones de bienestar general”, y a partir de ahí optimizar las variables económicas. Sin embargo han abandonado la neutralidad en cuanto a los fines, basados en sus propios juicios de valor sobre lo que es el bienestar social, opinión tan aceptable como cualquier otra. Esta visión económica sigue anclada en la asignación de recursos escasos entre fines o usos competitivos.

Al aceptar que existe un problema, esto implica que hay que buscar una solución. La Economía pasaría a identificarse con la optimización de la matemática aplicada, dónde en relación a la Economía se han encontrado los avances de más importancia en los últimos años: técnicas de computación y matemática de la ingeniería social.

Sin embargo, la disciplina económica no debería ocuparse exclusivamente de la solución de problemas de carácter tecnológico, como la asignación de recursos. La diferencia entre lo que habitualmente denominamos el problema económico y lo que llamamos el problema tecnológico es de escala únicamente, del grado hasta el cual se especifique la función que va a ser maximizada antes de que se realicen las opciones.

La teoría de la elección presenta una paradoja. Si conocemos la función de utilidad del agente, la decisión es una consecuencia matemática y no existe la decisión como tal ya que no hay alternativas. Por otro lado, si no conocemos perfectamente la función de utilidad, la elección se torna real y las decisiones se convierten en procesos mentales impredecibles.

En palabras de Buchanan, “La teoría de la elección debe dejar de ocupar una posición de superioridad en los procesos de pensamiento del economista. La teoría de la elección o de la asignación de recursos, como quiera llamársela, no supone ningún rol especial para el economista, en oposición a cualquier otro científico que examina el comportamiento humano.[6]

Es necesario concebir la Economía como la ciencia que estudia los intercambios entre agentes económicos y equipararla a la simbiótica, que es la asociación entre organismos disímiles que resulta recíprocamente beneficiosa para todos ellos. Esto nos centra en un tipo de relación que implica la asociación cooperativa recíproca de los individuos aun cuando sus intereses individuales sean diferentes.

Es desde esta perspectiva donde debemos integrar la teoría de la elección en relación con la “mano invisible” de Adam Smith. Por otro lado, si un agente está aislado, las relaciones económicas son un problema de asignación de recursos sujeto a la perspectiva tradicional de la maximización. Es cuando intervienen otros agentes que interactúan con él, con intereses diferentes, cuando aparece la simbiótica y con ella la posibilidad de combinar habilidades y talentos distintos para la consecución de los intereses comunes y particulares. Aparece el conflicto y distintas alternativas para resolverlo.

El modelo clásico de competencia tiene su fallo básico en trasladar un comportamiento de elección individual, de un contexto socio-institucional a uno físico-calculacional. Según este planteamiento orientado al cálculo, dadas las reglas del mercado, el modelo perfectamente competitivo brinda un óptimo o equilibrio específicos, un punto único en la superficie del bienestar paretiano.

A este respecto Frank Knight ha subrayado que en la competencia perfecta no existe competencia. Siguiendo el mismo razonamiento, no existe el comercio como tal, en cuanto a que no existe un modelo perfectamente determinado a unas reglas determinadas y perfectas.

Un mercado no es competitivo por que así lo supongamos, ni por que así lo hayamos construido. La competitividad va apareciendo con las instituciones que modifican los esquemas del comportamiento individual y con los agentes que ejercen una presión continua en el comportamiento humano a través del intercambio.

Desde esta perspectiva una solución, si existe, surge como resultado de una red evolutiva de intercambios y en cada etapa de esta evolución hacia una solución hay beneficios que pueden obtenerse, existen intercambios posibles, y la dirección de la competitividad está modificándose continuamente.

Tal y como lo reconoció Schumpeter, el elemento dinámico en el sistema económico es la continua evolución del proceso de intercambio que se manifiesta en la función empresarial y por extensión en la condición humana.

Si observamos el mercado desde la perspectiva clásica, desde la lógica de la elección, la asignación de recursos constituye el elemento problemático, el economista identificará el mercado como un medio para cumplir las funciones económicas básicas de cualquier sociedad, y por tanto, lo equiparara a una forma de gobierno o como un mecanismo alternativo que ofrece soluciones similares.

Si lo observamos desde la perspectiva de una Economía simbiótica, el mercado es un escenario en el los individuos colaboran unos con otros, llegan a acuerdos, y comercian. El mercado es el marco institucional en el que surge o evoluciona este proceso comercial y no tendría sentido abordar la acción unilateral como parte de la ciencia económica, al igual que tampoco tendría sentido el término eficiencia que se aplica en los resultados agregativos o compuestos. Desde la perspectiva simbiótica, el mercado ya no puede ser considerado como un sujeto que logra objetivos nacionales de forma eficiente o ineficiente.

La eficiencia pasa a ser un atributo relacionado con la motivación de los individuos que se desplaza por relaciones de preferencia hasta llegar a posiciones mutuamente aceptables con otros individuos. Una institución ineficiente no puede sobrevivir a menos que se introduzcan mecanismos coercitivos que eviten el surgimiento de acuerdos alternativos.

En este sentido Política y Economía no se diferenciarían demasiado, tal vez, por esta razón siempre han estado íntimamente unidas a lo largo de la Historia. La diferencia radica en la naturaleza de las relaciones sociales entre los individuos que cada una de ellas examina. La Economía aborda las transacciones de individuos que tienen la capacidad de contratar libremente, donde el comportamiento es marcadamente económico más allá del enfoque precio-dinero. La Política se ciñe a las relaciones de jerarquía social, liderazgo-seguidor, donde la característica predominante de su comportamiento es política. Mientras la Economía se ciñe al estudio de todo el sistema de relaciones de intercambio, la Política estudia todo el sistema de relaciones coercitivas o potencialmente coercitivas. Estos dos tipos de relaciones se dan en la practica totalidad de las instituciones sociales. En la medida en que el hombre dispone de alternativas de acción se enfrenta a sus asociados como un igual y surge la relación comercial.

Cuanto más relaciones se establezcan en régimen de igualdad, mayor será el número de transacciones económicas, cuanto mayor sea la desigualdad, mayores serán las relaciones de carácter político.

La relación económica es reemplazada por la relación política, cuando el único elemento de retorno es la renta pura debido a que no existen alternativas de actuación y el intercambio se produce dentro de un marco de normas Políticas. Las relaciones económicas van asociadas a la creatividad de los participantes, mientras que las relaciones Políticas se basan en la forma y protocolo en que están establecidas las relaciones.

El enfoque económico de la asignación y el enfoque del intercambio comparten los mismos elementos básicos, pero su interpretación y las preguntas que surgen son diferentes, y dependerán mucho del sistema de referencia dentro del cual operemos.

La ingeniería social es un empeño legítimo, pero debe considerar de forma explícita los usos de los individuos como medio para alcanzar fines no individuales. Si se considera el problema económico como un problema general de fines y medios, el ingeniero social actúa como economista en el más pleno sentido del término.

El verdadero papel de los economistas no es encontrar medios para hacer mejores elecciones como afirma el enfoque de la asignación de recursos-elección. El intento de identificar y entender las relaciones simbióticas requiere de nuevas herramientas estadísticas, más sofisticadas que las que actualmente se aplican al campo de la ingeniería social. Por ejemplo, necesitamos aprender mucho más sobre la teoría de juegos cooperativos entre individuos.

Precisamos de la Estadística para sistematizar un conjunto de relaciones que involucran el comportamiento voluntario de multitud de individuos, lo que es más complejo que maximizar una función cuya premisa fundamental es la unicidad de objetivos de los diversos participantes.

Los economistas deben ser “economistas de mercado” y concentrarse en las instituciones de mercado o intercambio definidas en el sentido más amplio posible, evitando prejuicios sobre ellas y sin ninguna predisposición a favor o en contra de cualquier forma particular de orden social. Que el mercado sea consecuencia de un determinado tipo de cultura política y comercial no debe ser considerado “a priori” como algo positivo o negativo desde otra forma ideológica.

La búsqueda de la universalidad de los descubrimientos científicos  en el campo de la Economía debe admitir la pluralidad de mercados y basar su análisis en una postura aséptica y libre de toda ideología. Solo del análisis concreto de la realidad económica que se aborda pueden surgir conclusiones que nos lleven a un juicio de valor sobre la bondad del mercado en que desarrollamos nuestros estudios.



[1] James Buchanan fue premio Nobel de Economía del año 1986 por su desarrollo de las bases contractuales y constitucionales de la teoría económica y del proceso de toma de decisiones

[2] What Should Economists Do?, James M. Buchanan, Indianapolis, Liberty Press, 1979.

[3] Cita de la Riqueza de las Naciones

[4] Essay on the Nature and Significance of Economic Science, C. Robbins, 1932

[5] Véase Howard S. Ellis, “The Economic Way of Thinking”, American Economic Review, marzo de 1950, pp. 1-12.

[6] James Buchanan (sig)

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