Estracto del trabajo de investigación: Economía Simbiótica.
Consecuencias Macroeconómicas de los agentes económicos en el bienestar social.El caso particular de la Empresa Familiar.
21/07/2009
Autor: Francisco Rabadán Pérez
DEA Universidad San Pablo CEU
1. Introducción
1.1. Objeto de estudio
Los primeros años del siglo XXI están resultando algo turbulentos al igual que ocurrió al comienzo del siglo XX. Una profunda crisis se cierne sobre nuestra sociedad globalizada inundando todos los aspectos humanos de la sociedad: en el ámbito económico, la caída de Lehman Brothers fue el disparo de salida de una carrera de adquisiciones, fusiones, bancarrotas que aún a día de hoy no ha finalizado y que ha sido causada en última instancia por las prácticas poco ortodoxas de un sistema financiero cuyo único objetivo ha sido el maximizar el beneficio a corto plazo para repartir dividendos a sus accionistas.
Las similitudes con la crisis de 1929 han impulsado a los Estados tradicionalmente más liberales, como es el caso de Estados Unidos, a tomar medidas de carácter proteccionista asumiendo parte del control de los Consejos de Administración de algunas entidades, y adquiriendo “activos tóxicos” a costa del endeudamiento de las arcas del Estado, que en última instancia acabará siendo pagado por todos los ciudadanos.
La crisis no es sólo una crisis económica, es una crisis profundamente humana en la que todo lo que dábamos por establecido se tambalea, en la que vivimos las consecuencias de un siglo XX dónde las ideologías tecnocráticas han acabado por transferir principios a los valores del individuo, y el individuo ha actuado no como ser humano, sino como pieza de una engranaje gobernado por una reglas inhumanas.
Las preguntas que trata de responder el presente trabajo de investigación son: ¿Por qué hemos llegado a la situación actual?, ¿Cómo es posible que el ser humano haya llegado a extremos tan absurdos como para hacer tambalear la estabilidad económica mundial apostando en el mercado de opciones y futuros, planes de pensiones y recursos indispensables para la economía real?
La respuesta no se haya solamente en un modelo matemático, ni en una práctica aislada de un individuo. Tal vez, sí en un modelo de teoría de juegos donde el hombre carece de toda dimensión ética y de todo altruismo, y donde las expectativas racionales no contemplan otro beneficio que no sea el propio en términos exclusivamente fiduciarios.
Aunque se usan como sinónimos los términos fiduciario y económico, ambas realidades no son semejantes. Lo fiduciario forma parte de lo económico. Lo económico alberga todas las negociaciones que aspiran a cerrar una transacción entre seres humanos para resolver los fines que cada individuo pretende alcanzar. Lo económico no es siempre algo recíproco, y en ocasiones, la economía resuelve las necesidades de los individuos de forma gratuita, o accesoria a otras transacciones recíprocas.
Muchos son los economistas que desde finales del siglo pasado vienen advirtiendo que el hombre no es un mero “homo economicus” que actúa por el propio beneficio y que busca desesperadamente maximizar su utilidad marginal cuando consume. El hombre es mucho más y tiene en cuenta no sólo unas pocas variables elegidas para poder explicar un comportamiento en términos matemáticos. El hombre es un ente con la capacidad suficiente para controlar multitud de variables intangibles que no tienen por qué respetar el principio de racionalidad. El hombre puede valorar su entorno y las consecuencias de todos sus actos sobre sus semejantes. Hasta no hace mucho, el hombre estaba gobernado por la ética, percibía de forma positiva las buenas prácticas económicas, sociales y políticas, condenaba los abusos de poder y los comportamientos no acordes con el Derecho Natural. Sin embargo, en la sociedad actual, la mera afirmación de una verdad universal parece una locura a los ojos de todos. Todo es opinable, y lo opinático parece restar validez a lo que la Metafísica o la Ética lleva descubriéndonos a lo largo de la Historia.
El Positivismo, el Liberalismo, el Comunismo… y toda utopía tecnócrata que no respeta un fundamento ulterior de la persona humana acaba convirtiendo al ser humano en una pieza de un mecanismo que no tiene sentido, pues construido por hombres no sirve a ninguno de ellos, y buscando un bien común, perjudica a todas y cada una de las instituciones sociales que han permitido el verdadero desarrollo de la humanidad.
El individualismo nihilista de nuestra sociedad ha transmutado el espíritu de la democracia clásica en una democracia de consumo, en la que el individuo expresa su identidad en la sociedad a través de la compraventa de bienes y servicios. Instituciones como la familia se ven gravemente amenazadas. La tasas de natalidad caen en picado por debajo de la tasa de reemplazo poblacional, y el drama de los masivos movimientos migratorios hacen que los pueblos pierdan su identidad y queden desarraigados en un mundo que, aunque es global, mantiene a los individuos desconectados de su identidad como seres humanos.
Vivimos en la sociedad del corto plazo. La Política y el Derecho contemplan cada vez menos las necesidades lógicas de una sociedad que aspira a desarrollarse más allá de un horizonte temporal de seis meses, basándose en la información de sondeos estadísticos y en una ley de los grandes números aplicada sin demasiado criterio ni recursos económicos suficientes para garantizar su representatividad.
La crisis es global y exige un replanteamiento drástico de lo que entendemos por economía. Debemos comprender que aunque hemos maximizado beneficios fiduciarios, hay un objetivo superior y más importante que no hemos cubierto y que hoy echamos en falta: la felicidad de los hombres y su libertad ontológica.
Existen multitud de activos, denominados en muchas ocasiones inmateriales, que nunca han formado parte de un modelo ARIMA, y otros muchos que fluyen de forma gratuita y que han resultado invisibles porque no se han valorado en términos monetarios.
La economía del siglo XXI debe ser la economía de la responsabilidad de una humanidad capaz de equiparar espiritualmente su gran desarrollo tecnológico. Los economistas no deben valorar las transacciones únicamente en términos monetarios, si no que deben aspirar a abarcar la gran riqueza de las relaciones humanas que generan valor, aunque este valor no sea cuantificable en términos fiduciarios.
Conceptos clásicos como el de oferta, demanda, mercado, libre competencia, … que se han desarrollado fundamentalmente en el siglo XVIII y XIX, bajo premisas simplistas y condiciones “ceteris paribus» para poder abarcar su análisis desde un punto de vista teórico, han de ser reformulados contemplando todas aquellas variables y circunstancias que en su día no se incluyeron. Esto es hoy posible, gracias a las enormes posibilidades de la tecnología, y en especial del desarrollo que los medios de computación nos brindan en la actualidad. No está exento sin embargo de dificultades este proceso. Es necesario el desarrollo de nuevas técnicas prospectivas que sean capaces de describir sin prejuicios lo que ocurre en el mundo real.
La economía, más que nunca, ha de ser ciencia y superar toda premisa “a priori” sobre lo que debe ser la realidad. Más bien debe contemplarla y aprender de ella, para no acabar modificándola según lo que se supone que debe ser “lógico” o “racional”. Si los técnicos presuponen que el hombre es un ser egoísta, acabarán ofreciendo soluciones egoístas a los hombres, aun cuando la solución lógica no contemple el objetivo de maximizar los beneficios.
No es ético presuponer absolutamente nada de los agentes económicos que interactúan en el mercado, ni simplificar sus expectativas para facilitar el análisis, porque disponemos de las herramientas que los economistas clásicos no tuvieron, y que sin lugar a dudas hubieran usado de haber podido.
Siguiendo a Buchanan, diremos que el mercado es el escenario en el que los agentes económicos se desenvuelven, y no por una única razón, sino por múltiples razones, y no se relacionan de una forma única, si no de múltiples formas. El mercado es un escenario y debemos identificar los agentes reales para conocer sus intenciones, respetar su naturaleza y determinar como influyen en la felicidad de las sociedades y en su desarrollo.
Amartya Sen, advierte que el concepto de “Bienestar Social” limita el desarrollo de las sociedades, pues está orientado a cubrir mínimos, y sobre todo a cubrir necesidades materiales, cuando el desarrollo del ser humano va más allá.
Humildemente, y conscientes de la gran dificultad que supone asumir esta nueva concepción de la economía, proponemos revisar la dialéctica económica histórica que nos ha llevado a nuestro modelo económico actual, para descubrir alguna de las limitaciones que la ciencia económica se ha impuesto a sí misma. Tendemos a pensar que el primer gran diseño sobre los intercambios económicos y los problemas que de ello se derivan se debe a Adam Smith, pero el pensamiento económico viene de mucho más antiguo, sobre todo del pensamiento ético sobre la economía, campo espléndidamente desarrollado por la Filosofía Clásica, el Estoicismo y especialmente la Escolástica.
Nuestra crisis es una crisis ética, y una economía formulada al margen de la ética ha demostrado carecer de sentido para una humanidad que aspira al desarrollo cierto.
Trataremos en el presente trabajo de identificar agentes en el mercado real a partir de la encuesta CAPI 2005 de familias que elabora el Banco de España. Si bien en este encuesta no están las entidades anónimas, si están la personas que participan en ellas y que finalmente toman las decisiones que se transforman en negociaciones y relaciones mercantiles.
Nuestro objetivo último es sentar las bases de una metodología que se aplicará de forma mucho más extensa en la tesis doctoral del autor de este trabajo de investigación. Una vez identificados los perfiles de los agentes, habrá que aplicar técnicas de Estadística Cualitativa para descubrir las motivaciones que impulsan a éstos a establecer relaciones económicas.
Más importante que el cuanto, es el cómo, cuando nos alejamos del Marginalismo hacia la Simbiótica.
1.2. Descripción de los capítulos.
En el capítulo 2 exponemos que la visión intrahistórica de la realidad económica impide ver que la Economía es consecuencia de las actuaciones de los individuos, y en último extremo, de su forma de concebir la realidad. Multitud de prejuicios nublan nuestra creatividad y debemos recurrir al pasado para comprobar que las negociaciones y transacciones no tienen por qué ser entendidas como lo son en la actualidad.
Recurrir al pasado remoto, nos permite corroborar esta afirmación, así encontramos que maximizar el beneficio no fue siempre la prioridad de los agentes económicos, puesto que esta característica económica del individuo se veía enriquecida con una dimensión mucho más humana basada en el respeto y en la búsqueda de la satisfacción mutua.
El Análisis Económico, en los términos iniciados por A. Smith, se ha ido desvirtuando y alejando de la realidad paulatinamente a medida que la aplicación de modelos matemáticos exigía la fijación de presupuestos de partida. La propia realidad se ha ido alimentando de esta forma de concebir la Economía hasta el punto de que el “homo economicus” definido en la teoría ha acabado influyendo en el hombre económico real y su forma de negociación.
En la competencia perfecta, no hay competencia, pues en esta influyen multitud de variables, muchas de ellas cualitativas que la simplicidad de los modelos “a priori” no puede contemplar.
Incluso contando con los instrumentos de cambio actuales es imposible lograr la igualdad de oportunidades en el acceso a los mercados, generándose diferencias abismales entre el precio y el valor intrínseco de las mercancías y servicios. Sólo la Ética parece garantizar la competencia perfecta al poner a los agentes en un plano de igualdad en la negociación.
La Economía no surge del encuentro de oferta y demanda, si no que es un complejo sistema en el que se establecen relaciones más parecidas a la simbiótica que a la intersección de dos funciones que dependen de dos magnitudes: cantidad y precio.
Este nuevo enfoque precisa de una visión integral que considere tanto la dimensión microeconómica de los agentes autodefinidos por sus características propias, como una dimensión macroeconómica que contemple las consecuencias de sus formas de establecer relaciones con otros agentes y negociar en la Economía Global, en la que cada acción del agente tiene consecuencias sobre terceros que no participan en la negociación.
En el capítulo 3 exponemos que para que pueda haber competencia perfecta en los mercados es necesario que los agentes concurran en igualdad de condiciones a la negociación, y esta igualdad de condiciones debe basarse en el respeto del valor de los objetos comerciados. El dinero otorga mayor poder de negociación a los que lo poseen. Por tanto, la ética es el único mecanismo capaz de poner a los agentes en igualdad de condiciones.
El problema esencial de la Ética es definir el fundamento de carácter moral de la toma de decisiones. Si existe un basamento transcendente, el hombre se perfeccionará con la Ética y responderá a unos cánones de actuación definidos por el Derecho Natural. Si no existe este basamento, no existe el comportamiento ético, y el hombre tenderá a construirse según el interés personal mientras el Derecho Positivo únicamente busca el equilibrio del sistema sin aspirar a un bien mayor.
Sin Ética, no es posible la igualdad de oportunidades, puesto que los agentes no valorarán las circunstancias de la contraparte más allá de las consecuencias que estas puedan tener para con su propio beneficio.
Las organizaciones de carácter anónimo que se rigen por la ley de la oferta y la demanda intentan ser coherentes con la Justicia Social, pero en multitud de ocasiones no lo consiguen, debido precisamente a su naturaleza anónima y a competir en mercados en que sólo se tiene en cuenta el beneficio unilateral de las organizaciones.
La Doctrina Social de la Iglesia se fundamenta en la existencia de un Dios que nos muestra un conjunto de normas inherentes al ser humano que permiten que éste se perfeccione como ser trascendente. La Doctrina Social de la Iglesia es expresión de la Ética propia de nuestra herencia greco-latina y ha de ser tenida en cuenta a la hora de valorar la calidad moral de las actuaciones de los individuos.
En el capítulo 4 nos referimos a la familia como unidad básica de la Economía. Las familias interactúan, generan empresas de carácter anónimo y soportan los fondos de la Economía Financiera. Hay una amplía tipología de agentes, y hemos elegido uno de ellos profusamente estudiado en los últimos años: la Empresa Familiar.
El motivo de esta decisión es por su doble vertiente mercantil y humana.
La Empresa Familiar se caracteriza porque el control de la empresa recae en el seno de la familia y la toma de decisiones, expresada por su forma de gobierno, establece un comportamiento que podemos calificar desde la perspectiva de la Ética.
Existen múltiples definiciones “a priori” sobre lo que es una Empresa Familiar. Dependiendo de la definición que utilicemos, los análisis estadísticos nos dirigirán a las conclusiones más dispares.
En este estudio, proponemos una definición de Empresa Familiar concebida desde una perspectiva simbiótica e íntimamente relacionada con la competitividad de este tipo de organizaciones.
En el capítulo 5 analizamos la empresa familiar desde una perspectiva macroeconómica que de forma generalmente aceptada constituye una realidad evidente en todas las economías nacionales a lo largo de la Historia, por este motivo los gobiernos y los organismos supranacionales tienen interés en proporcionar recomendaciones sobre la definición de PYMES y microempresas. Si bien es verdad que no todas las PYMES son empresas familiares, si lo son un elevado porcentaje de ellas, colectivo al que debemos añadir las empresas familiares de gran dimensión.
En este tema hemos especificado cifras de la presencia de las empresas familiares en la estructura económica mundial y particularmente en el marco español.
En el capítulo 6 analizaremos la dinámica interna de la Empresa Familiar, constituida por individuos que se relacionan en base a relaciones de consanguinidad, familiaridad y/o contractuales. Estas relaciones determinarán las peculiaridades de la familia empresaria, y dotarán al negocio familiar de capacidad de supervivencia y competitividad.
Las relaciones internas generan una forma concreta de conectarse con el entorno, y establecen el grado de esfuerzo colectivo para que la reputación de la familia sirva como garante de las negociaciones con terceros.
Nos referiremos al gobierno de la Empresa Familiar donde las relaciones de carácter informal acaban plasmándose en los organismos y en las formas de gobierno variando substancialmente el grado de compromiso a medida que la empresa aumenta su dimensión.
En muchas ocasiones la Empresa Familiar parece abocada a convertirse en una entidad anónima, pudiendo en muchas ocasiones perder los matices que la dotaban de una especial competitividad.
En el capítulo 7 recurriremos al análisis multivariante que ofrece las herramientas necesarias para establecer grupos y descubrir variables sombra que van a ayudarnos a comprender mejor la realidad. Lo hemos utilizado para encontrar grupos de agentes homogéneos que se han definido a sí mismos por sus características comunes, y se han manifestado como actores de la Economía Simbiótica.
La búsqueda de factores que nos permitan reducir la multitud de variables y aumentar la precisión de los atributos que definen a cada familia, los obtendremos a partir del análisis factorial.
Gracias a un análisis de cluster jerárquico obtendremos los grupos de familias que se revelan como familias empresarias. Es necesario identificar a los agente reales y valorar las consecuencias de sus valores y actuaciones sobre la Economía Real, para fomentar los que son beneficiosos e identificar las imperfecciones que la búsqueda del mero beneficio tienen en la Economía de las diferentes naciones.
En el capítulo 8 realizaremos una síntesis de lo expuesto en el presente trabajo de investigación y añadiremos nuestras conclusiones.
1.3. Agradecimientos.
En primer lugar, es de obligado cumplimiento, el expresar mi más ferviente agradecimiento y admiración por mi Director de Tesis, Profesor Doctor y Catedrático Don Antonio Franco Rodríguez de Lázaro, al que me une una inmensa amistad, que ha guiado mis pasos desde que era un simple alumno en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad San Pablo CEU.
Muchos han sido los momentos de desánimo, de dudas, y siempre he encontrado en su persona un buen consejo, una palabra de aliento. Una de las razones por las que soy economista, es sin duda por su apoyo incondicional.
No he conocido a ninguna persona de más calidad humana y más categoría moral el profesor Franco, sin el cual este trabajo de investigación hubiera sido imposible, y sin lugar a dudas infinitamente más pobre.
Atento siempre a ofrecerme bibliografía, artículos y lo más importante, la riqueza de su reflexión, ha conseguido transmitirme el espíritu de una economía cuantitativa que aspira a medir lo no cuantificable, y que la metodología matemática debe ser útil, práctica y eminentemente real.
A Raquel Ibar, muy especialmente, por ayudarme a recodificar y seleccionar las variables, así como diseñar las técnicas de análisis multivariante junto a mi Director de Tesis. A Pilar Ordás por supervisar este trabajo de investigación. Ambas son grandes profesionales de la enseñanza y de la técnica estadística y sin ellas no podría haber realizado este estudio. Me siento profundamente afortunado de contar con su consejo y su cariño.
A Justo Sotelo Navalpotro, Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad San Pablo CEU por dedicar su tiempo a supervisar el presente trabajo y aconsejarme sobre futuras líneas de investigación que lo complementen.
A Don José Rodríguez de Diego, al que le debo largas horas de conversación sobre la Doctrina Social de la Iglesia que gobierna los principios morales de este trabajo de investigación, y la visión más amplia de un excelente economista, que además de abogado, ha ejercido ambas profesiones con dedicación y esmero.
A Marisa Herranz por ayudarme en la pesada labor de revisión del texto, notas al pié, … sus apuntes sobre el borrador de este trabajo lo han dotado de mayor consistencia, coherencia y claridad.
A don Andrés Gutierrez Catedrático de Matemáticas de la Universidad CEU San Pablo por su ánimo constante y su visión de lo que es la vida universitaria auténtica, y al resto de mis compañeros de departamento a los que me siento tan unido.
Como no, a mis padres, que asumieron los costes de mis estudios y me pusieron en contacto con la realidad de la Empresa Familiar, y por extensión, con el resto de agentes económicos con lo que ha interactuado nuestra empresa.
Finalmente, he de agradecer varios cambios de timón en la formulación de este trabajo a dos Papas: el primero, Juan Pablo II, del que aprendí que las instituciones no son ni buenas ni malas, en sí mismas, ya que la característica ética recae sobre el individuo que es el que actúa bien o mal. Esto tuvo una especial repercusión en el verano del año 2007 en que empecé a redactar este trabajo, pues todas las consideraciones sobre la bondad de las organizaciones para con la sociedad tomaron una dirección completamente nueva para mí.
Por otro lado, a nuestro actual Papa, Benedicto XVI, quien en su última encíclica “Caritas in Veritate” me ha transmitido la tranquilidad de que lo que aquí se dice no es un mero capricho innovador de la técnica económica, si no una demanda de la humanidad entera que busca recobrar su centro. El concepto de desarrollo en las líneas que siguen está alumbrado por esta encíclica.
Para todos ellos mi más sincero y profundo reconocimiento.