Según el pensamiento neoliberal abanderado por Friedman, el “homo economicus” actúa únicamente en base a expectativas racionales de tal forma que su función de utilidad es consecuencia de la cantidad de beneficios que es capaz de generar para sí mismo, sin considerar las externalidades que su acción tenga para con los demás.
Si extendemos esta visión a una perspectiva macro, la función de utilidad de una nación sería la suma de todas las funciones de utilidad de los individuos más las externalidades positivas que generan, menos las externalidades negativas de todas y cada una de las acciones individuales.
No hay que confundir el flujo económico con el flujo fiduciario. Los beneficios que produce un país son de carácter cuantitativo, pero también cualitativo. La Contabilidad Nacional a este respecto, solo tendría en cuenta el flujo económico cuantificable en términos monetarios, pero no el flujo económico de beneficios no cuantificables.
Según Amartya Sen, que enriquece el concepto simplista de hombre económico del liberalismo, el ser humano cuando realiza actividades de carácter económico no solo tiene en cuenta la utilidad propia, sino que de forma natural intenta beneficiar a su propio entorno, preocupado de forma máxima, por no causar mal con sus acciones.
La función de utilidad nacional concebida desde esta perspectiva contendría en sí a otras dos funciones de utilidad bien diferentes ente sí. La primera sería cuantificable en términos cuantitativos, y la segunda no cuantificable en términos objetivos.
Que no se pague por un bien no significa que carezca de valor (Ej. Amas de casa), y en muchas ocasiones se puede estimar el valor de estos servicios a través del valor de bienes equivalentes en el mercado.
Una gran corporación que cotiza en bolsa y cuyo máximo objetivo es el de mantener el valor de las acciones y maximizar beneficios producirá externalidades negativas al detraer el beneficio de los stakeholders con los que se relaciona, pues aunque no busque el mal común, actuará de forma sesgada al únicamente intentar optimizar el beneficio de sus accionistas y el del interés estratégico de la empresa.
La gran corporación es una institución amoral, en el sentido de que la ética no tiene ningún tipo de jurisdicción en sus actuaciones. Son las personas las que están sujetas a la ética. Si el Consejo de Administración es elegido en base a criterios de capacitación y habilidades de max. de resultados, es un proceso aleatorio que estas personas consideren la ética como una variable a tener en cuenta. En muchas ocasiones es considerado como una variable que hace perder valor a la institución.
Las empresas de pequeña dimensión y en especial las empresas de carácter familiar, se caracterizan por la superposición de la familia y la empresa, y por la concentración de propiedad y gobierno en muy pocas personas, incluso en una única persona.
Esto tiene como consecuencia que este tipo de empresas se preste a una Dirección más humana, consciente de mucho más que el mero beneficio cuantitativo, capaz de evaluar los beneficios y pérdidas de cada uno de los individuos que interactúan con ella. La familia es una institución sobre la que existe una larga implicación ética que se manifiesta en su cultura a lo largo de generaciones.
El derecho nace como una manifestación práctica de la voluntad de justicia, y la milenaria tradición de estudio sobre la familia y las sociedades civiles es una garantía de la validez de estas instituciones.
La condición moral del individuo se traslada a la empresa familiar casi por osmosis, a través de la cultura empresarial reflejo de la familiar. La familia está dispuesta a asumir costes económicos en términos de eficiencia, esfuerzo y productividad, para atender necesidades no cuantificables. Ej. Un empresario puede aguantar el puesto de trabajo de un trabajador coyunturalmente no necesario a costa de reducir sus beneficios o incurrir en perdidas asumibles, consciente de la valía humana del empleado, y de las consecuencias que el despido tendrían sobre la familia de éste. Una familia empresaria puede alargar las jornadas de trabajo a términos insospechados para la empresa meramente capitalista para generar un beneficio suficiente que permita el mantenimiento de la actividad.
De hecho muchas multinacionales se benefician e imputan en su cuenta de resultados el beneficio no contabilizado por la pequeña empresa pero si generado.
Cuando las circunstancias de un mercado intenso en competencia hacen caer los precios de los productos de las PYMEs, este sacrificio no es por un aumento de la eficiencia empresarial en la fabricación del producto, sino un % de trabajo no cobrado.
El discurso ético tiene sentido desde un punto de vista micro, únicamente en la empresa en que la gerencia recae en una persona en la que a su vez recaen de forma última la responsabilidad y consecuencias de la acción empresarial. Y desde un punto de vista macro, considerando la responsabilidad social que tienen entre sí todos los grupos de interés, tanto privados como públicos.
El apoyo a la multinacional en los PVD, para beneficiarse de las externalidades que generan, no deja de ser una paradoja, ya que estas multinacionales llevan políticas de responsabilidad asimétricas en sus pañíses de origen y en los pVD. El apoyo a la empresa familiar es un apoyo a la calidad de vida de sus ciudadanos y al aumento del producto nacional en términos de beneficios económicos no fiduciarios.