El pasado 11 de Junio del 2014 me intervinieron quirurjicamente para realizarme una operación de «by pass» gástrico. Ha habido un antes y un después en esa operación y creo que merece la pena contarlo.
La historia comenzó cuando tenía 14 o 15 años y empecé a engordar, y simultáneamente, a hacer regímenes de lo más variado: hipocalórica, hiperproteica, sobres de proteinas + vitaminas, … En un viaje de estudios a Bournemouth (Inglaterra), cuanto tenía 18 años, engordé veinte kilos (de los que quince perdí hacien régimen un año antes). Cuando cumplí los 30 empecé a a sobrepasar ese límite que te sitúa en la obesidad morbida. Y hace tres años alcancé la terrorífica cifra de 148 Kgs.
La sensación de terror no se la deseo a nadie. Aquellos que como yo son conscientes de la bomba de relojería que supone ese nivel de sobrepeso me entenderán. Al poco tiempo de alcanzar ese peso, en un análisis de sangre me detectaron diabetes tipo II, y problemas de colesterol. Por las noches cuando me acostaba solía tener taquicardias e intimamente esperaba que cualquier día me diera un infarto. Llegué a gastarme unos 600€/mes en un régimen de proteinas (de la marca proteifine) y conseguí llegar hasta los 124 Kilos aproximadamente en un año. Por esas fechas me casé (abril del 2012) y cando volví de viaje de novios ya estaba en 142 Kilos.
Lo que realmente me aterrorizaba es que tampoco soy una personas de «comer mal»: prefiero la carne y el pescado al dulce, y aunque no me hace mucha gracia la fruta, como verdura frecuentemente. Como último recurso, decidí jugarme la vida, pues en este tipo de operación hay un 1% de mortandad. Heché a las cartas una apuesta, la posibilidad de morir (1/100) contra la posibilidad de darme una nueva oportunidad para superar esa terrible enfermedad que es la obesidad morbida. Durante casi 10 años he padecido de sangrados rectales prácticamente una semana al mes lo que en ocasiones me imposibilitaban incluso trabajar. Mi cuerpo me exigía horas de sueño excesivas: en una ocasión llegué a dormir hasta 36 horas seguidas y me sentía siempre cansado aunque nunca llegué a perder el buen humor.
Tuve que recurrir a la fluoxetina y el lorazepan, para sobrellevar tanto el apetito, como la ansiedad, y la sensación era de que mi organismos se iba acercando al colapso más pronto que tarde.
Así que el día 11 de Junio ingresé en el Hospital de la Cruz Roja de Cuatro Caminos en Madrid.
El primer día de hospitalización no era demasiado consciente de la operación que me iban a hacer: estaba preocupado por mi adicción al tabaco; esperaba que no me dieran nada de comer hasta el día siguiente; me rondaba la cabeza la idea de poder morir; no sabía que tipo de operación me iban a practicar porque aunque yo quería que me hicieran al «bypass», si no llegaba al peso que no podía superar los 138Kgs, o si mi cuerpo no estaba en las condiciones adecuadas me hubieran hecho una reducción de estomago que a la larga puede dar mas problemas… La compañía de mi mujer y de mi familia hizo que se me quitaran bastante los nervios. Ya el día 11 de Junio, día de la operación, me hicieron un par de pruebas y me bajaron al quirófano. Lo último que recuerdo es el pinchazo en la espina dorsal para la anestesia (epidural + sedación), y a los médicos comentando como si yo no existiera si sería posible hacerme el «bypass». Mientras caía en el sueño propio de la anestesia dije: » Si la opinión del paciente cuenta algo, yo quiero el bypassss…. zzzzz!!!!!
Me desperté en la UCI a eso de las cinco de la tarde. La intervención por laparoscopia había durado cinco horas y a eso de las dos ya estaba en planta. La siguientes 48 horas seguía anestesiado parcialmente, y tenía un botoncito parecido a los interruptores viejos de las lamparas de las mesillas con el que me iba administrando yo mismo la epidural. A las siguientes 48 horas llegó el último momento de miedo: el contraste. Me bajaron a radiografías y me hicieron beber un brebaje que sabía a «anis del mono», pero con mucha menos gracia. Me ayudaron a levantarme de la silla de ruedas y a ponerme de pie en un pedestal de aluminio y mientras bebía, los radiólogos determinaban si había fuga o no… A mi, profano de la ciencia quirúrgica, me parecía inaudito que no hubiera fuga. ¿Cómo es posible que corten un estómago al centro, reempalmen el intestino como si fuese una obra de fontanería y no se pierda una gota? Esa perdida podría haber supuesto una nueva intervención y si no la hubiesen detectado y parte del alimento hubiese salido del circuito intestinal se podría haber producido una necrosis y la muerte en una semana.
Gracias a Dios, el contraste salió bien y me pasaron a planta y comenzaron las buenas noticias. La primera era que no sentía ningún dolor. Las tripas me hacían ruido y aun llevaba una pequeña botellita que recogía los fluidos del drenaje. Me encontré con cinco cicatrices de unos cuatro centímetros cada una. Y a las 48 horas de haber pasado a planta ya tenía ganas de irme a casa corriendo.
Estoy tremendamente agradecido a todo el personal del hospital, pero muy especialmente al Doctor Cerquella y a los enfermeros de la UCI a los que además admiro por su nivel de humanidad. Una enfermera de la que no recuerdo el nombre, supongo que por la anestesia, me dijo que cuando hubiera adelgazado volviera para que me vieran, y si es posible lo intentaré porque a todos ellos les debo esta segunda oportunidad.
Al mes revisión de cirugía y endocrinología. Llevaba un mes con dieta líquida (sobre de proteínas y 50g de pastillas por la mañana y por la noche). En cirugía felices, a los quince días me quitaron las grapas. En Endocrinología la cosa era diferente. Me dieron un ultimátum: tenía que andar todos los días una hora como mínimo. Las razones, dos: la primera para que al perder peso, perdiera grasa y no musculo; y la segunda que hacer ejercicio suponía la posibilidad de evitar una intervención de cirugía estética posterior para quitar la piel sobrante ( lo cual, por supuesto, no me hacía ninguna gracia).
El problema es que pasar del inmovilismo casi absoluto al que te llevan tantos años de obesidad mórbida a andar todos los días una hora, no es nada fácil desde el punto de vista psicológico. Yo odio andar, pero me gustan los retos. Así que decidí no andar, pero apuntarme a un gimnasio para hacer cinta y bici principalmente. Cuando entré en el gimnasio pesaba 120 Kilos, me quedaban 5 para dejar de ser obeso mórbido. Esto fue a principios de Agosto.
Para empezar me sorprendí de mi capacidad para hacer cardio. En quince día estaba haciendo 50 minutos sin parar a buen ritmo, aunque sin llegar a correr por miedo a dañar mis rodillas. Muy pronto me di cuenta que el problema de verdad lo tenía de cintura para arriba. Los músculos estaban aletargados y empecé a hacer pesas y máquinas. De pronto me di cuenta de que tenía músculos donde no sabía que los tenía.
El gimnasio al que voy es «Soldiers of Gym» en San Fernando y voy todos los días un par de horas, menos los domingos que cierran. Y estoy muy agradecido a Jose, el boss del gimnasio, y a los dos monitores Ibán y Ezequiel, que siempre están pendientes de mi y me han ayudado a hacer una ronda de ejercicios para estar como estoy ahora.
Hoy he pesado 107,6oo Kgs, y me quedan por perder entre 20 y 30. Ya veremos porque la verdad es que no tengo ni idea de cual será ese peso en el que me sentiré realmente bien. He tenido algún problema de ciática debido a que cuando pierdes mas de 10 Kgs la columna lo sufre. También a veces he sentido la necesidad de dormir y descansar, sobre todo por las tardes después de comer. Pero cada día eso va ocurriendo menos y me siento cada vez con mas vitalidad.
La última alegría que me ha dado este proceso en el que estoy viviendo y en donde el tiempo se mide en kilos, es empezar a correr un poquito: cuatro minutos para ser exactos, durante los 20 minutos que hago de cinta, después de otros 20 minutos de bicicleta.
La gran lección ha sido entender que la obesidad mórbida «no es estar gordo», sino estar enfermo. Que el mito de que uno engorda por ansiedad es mentira, uno engorda porque el estómago manda porque somos animales y una de nuestras necesidades fundamentales es la alimentación. Ahora mismo como de todo, cinco veces al día, y aunque parezca increíble sólo un poco de menos de lo que comía antes y me quedaba con hambre.
Para los curiosos os añado unos gráficos.
Espero que esta historia os sea de utilidad si os veis en alguna situación parecida a la que me he visto yo, y si queréis comentar algo o preguntar, estaré encantado en responderos.
Cuanto tiempo estuviste en lista de espera en el hospital cruz roja de madrid?
Podrias informarme de cuanto tiempo esperaste una vez que entregaste el ingreso? . Gracias
Idem anterior XD
Seis meses desde que me hicieron la última prueba del post-operatorio. En total un año y pico, desde que entré por primera vez por la puerta de la cruz roja.
A día 14 de Octubre de 2015, peso 90 kgs y sigo bajando peso. No tengo ninguna anormalidad en los análisis de sangre y me siento fenomenal. Saludos.