«Cum laude» es una expresión latina que significa, con alabanza, o laureado, según wikipedia. A mí, el subconsciente me pide traducirla como «con honores», pues así puedo explicar porque se me ha otorgado este título de doctorado.
He tenido y tengo el inmenso honor de ser alumno de don Antonio Franco Rodríguez de Lázaro, mi principal Director de Tesis, y mucho antes Profesor de Estadística I, Estadística II, Matemáticas,… para más tarde ser mi maestro en cuanto a cómo dar clase ( que es una ciencia), a cómo comprender en detalle todo lo que sé, y lo más importante, a aprender a aprender, a cuestionar sin descartar, a tener una infinita curiosidad atemperada con paciencia. Si a día de hoy la tesis ha salido adelante, después de 8 años (entre el DEA, y los intensísimos últimos cinco años de investigación) ha sido gracias a él, su persecución, ánimo, cuidado y tutela. Sin él, esta tesis no hubiera visto la luz y se hubiera quedado como tantas otras tesis por el camino.
Era poco el tiempo del que disponía para presentar mi tesis ante el tribunal, y «no procedía» alabar a mis directores de tesis, pero si hubiera podido me hubiera gustado hablar durante horas del mérito, el cariño y el honor que supone ser tan amigo de una persona tan extraordinaria como Antonio Franco. Para mi consuelo, las palabras se las lleva el viento, pero espero que este «post» permanezca en esta página, al menos, lo que yo viva.
Aquellos que tengáis la oportunidad de aprender de él, no la desaprovechéis: preguntarle, hacerle caso, y el os corresponderá con una brújula para aprender a vivir. Es el ejemplo a seguir, por lo menos para este eterno doctorando, ya con un papel que dice doctor.
No hay suficientes palabras, tal vez sólamente una metáfora: Antonio Franco y yo somos familia, no de sangre, pero el vínculo de cariño y respeto es tan fuerte que hace que la sangre sea solo un pequeño detalle. Adjetivos como padre, amigo y hermano surgen de forma natural como si todo ello significase lo mismo, y este tipo de relación sólo la tengo con otra Persona cuyo nombre se escribe siempre con mayúscula.
Si hay honores en esta tésis, la culpa es toda suya. Yo sólo he aportado: trabajo, curiosidad, tesón y fé. La determinación ha sido suya.
En segundo lugar, dos grandes amigas: Raquel Ibar Alonso y Pilar Ordás del Amo. Las dos fueron compañeras cuando daba clase en el CEU, y desde el principio me apoyaron, me enseñaron, cuidaron y nunca podré agradecérselo lo suficiente. Ambas fueron de hecho, directoras de mi Tesis, pero sólo figura Raquel Ibar, porque Pilar entró a formar parte del INE, y ha aparcado de momento la tesis doctoral. Será siempre más docta que yo, una de las personas más inteligentes que he tenido el placer de conocer. A ella le debemos el acrónimo AIRO, y los primero pasos de la tesis que son los más lentos y desagradecidos, pues como el niño que empieza a andar hay más errores que aciertos, pero sin ellos no hubiera aprendido a caminar.
La aportación de Raquel Ibar ha sido absolutamente fundamental. Su conocimiento del análisis multivariante, que es el motor del análisis cuantitativo de la tesis, ha permitido que alcanzemos conclusiones absolutamente sorprendentes y reveladoras. Sin ella la tesis hubiera sido mucho menos laureada. Raquel ha aportado ese punto de excelencia y elegancia intelectual que hace tan bella la parte cuantitativa. Espero que no perdamos esa inercia de trabajo e ilusión y que sigamos investigando muchos años.
Don Javier Ruiz de Arcaute es sacerdote católico y sociólogo, una persona que lleva viviendo toda su vida «la alegría del evangelio», y es el culpable de mi interés por la Sociología con relación a la Economía. Mi forma de abordar el análisis epistemológico tiene mucho que ver con la forma en que nos daba clase: investiga el alumno y comentamos en clase. Este método ha sido el alma mater de la Teoría Económica de Neofisiocracia. Quiero citar también a un Profesor al que he perdido la pista de mi etapa en el instituto, Javier Serradilla, que me inculcó al amor a la sabiduría. Me aportó la semilla para entender y hacer mío em pensamiento y la lógica filosófica. Allí donde estés, toda mi gratitud.
Tal vez debería haber encabezado este post con mis padres, porque son la causa primera de mi existencia y sin eso, … Pero este artículo no presume de ordinal. Mi hermana se quejaba de que en los agradecimientos de la tesis había dedicado «pocas» líneas a hablar de ellos, pero es que todo se resume en: ¡Gracias, os quiero! Os debo todo lo que soy.
Mi hermana es la persona más leal que conozco y siempre está, y por eso sé, que siempre estará. Hermanos, con nuestros más y nuestros menos, pero gracias a Dios, cada día hay muchas más que menos. A ella le debemos el reportaje fotográfico.
De mi mujer estoy absolutamente enamorado, y ni puedo ni quiero ser objetivo: a ella la debo toda mi felicidad y tranquilidad que he necesitado para afrontar de forma calmada el estudio de la esencia de nuestra Economía.
Eché mucho de menos a mis difuntos, muy especialmente a mi abuela Encarnación, y a mi difunto suegro Ramón Sayans, pero de alguna manera sé que todos estaban presentes ese día.
Y como no, honor de haber presentado mi tesis a los miembros del tribunal, y sorpresa e inmensa gratitud por haber otorgado el título de «cum laude». A día de hoy la votación para otorgar este título es a sobre cerrado y de forma anónima, debiendo coincidir todos y cada uno de ellos en la calificación máxima. Esto le da un especial valor, y un matiz muy importante, a este «con honores».
Han sabido sopesar los errores, los aciertos y esas líneas de tesis que se mueven con mentalidad científica sobre arenas movedizas. No es sencilla su labor, y desde aquí les alabo el ejercicio de su puesto más que su dictamen final, que agradezco infinitamente.
Fueron compañeros míos en la Universidad San Pablo CEU, Justo Sotelo, María del Carmen Escribano y María del Carmen García Centeno, y a los tres, los considero autoridades académicas indispensables. Justo Sotelo tiene el don de encontrar el orden en el caos intelectual, en la inmensidad del universo de posibilidades. María del Carmen Escribano es una autoridad en Historia de la Ciencia, y doctora azul turquí, pero por encima de todo es sinceridad, integridad y lógica indiscutible. María del Carmen García Centeno es una autoridad en Econometría, miembro activo de la investigación más puntera en esta disciplina, una trabajadora incansable que logra todo aquello que se propone gracias a su capacidad de trabajo e inteligencia envidiable ( y envidio pocas cosas).
A don José María Rioboo no tenía el placer de conocerle, pero ha sido un placer escuchar sus observaciones y críticas que tendré muy en cuenta en el futuro. Me quedé con ganas de conversar largamente con él sobre la tesis y otros asuntos. Tal vez tengamos la oportunidad algún día.
Y por si fuera poca presión defender una tesis, presidiendo el tribunal, tenía a mi jefe en la URJC, don Javier Martín Pliego. Me parece paradójico que la diosa fortuna le haya sentado en el centro de la mesa. La primera clase de Estadística que recibí en la Universidad San Pablo CEU, me la impartió él. Es el referente para la enseñanza de esta disciplina, su número de publicaciones es inmenso y la calidad de sus manuales soporta el tiempo como pocos. Aquel que aprende de los libros de Martín Pliego sabe Estadística de verdad, y esto lamentablemente no ocurre con otros manuales.
De todos los profesores que asistieron a la defensa es el único al que aún sigo viendo con temor de alumno. Supongo que aquella primera clase me dejó tan impresionado que 25 años más tarde, aun sigo viéndole de la misma manera. Haré lo posible para superar esa admiración ciega, aunque no creo que lo consiga.
Y cómo no, en la retaguardia apoyando silenciosamente mis amigos de toda la vida. En primer plano, mis íntimos Fran «Bardón», y Pablo Camacho y más al fondo otros que andaban saludándose y con los que me hubiera gustado tener fotos, pero uno no puede estar a todos y menos ese día. He tenido la suerte en esta imagen de que aparezca a la derecha Luis Pérez Montero, Profesor de Historia Económica. Espero comer a principios de año con una compañía excepcional de la que he disfrutado mis años de profesor en el CEU.
Aquí falta una foto con el Padre Enrique Martín Baena, así que la tomo prestada de «Google». Su especial interés por la tesis promete que colaboremos en el futuro de forma incansable. En cierta forma es nuestra tesis, pues por caminos distintos hemos llegado a los mismos problemas intelectuales y a los mismos focos de preocupación por el futuro de nuestra sociedad.
También quiero agradecer la asistencia a mis alumnos de la Facultad a los que intentaré transmitir esa combinación de conocimiento y cariño con la que se me ha educado en la San Pablo.
He seleccionado una imagen de mi persona que creo que resume muy bien mi acitud en la exposición. Intenté ser conciso, contundente y resaltar los aspectos más importantes. Para todos aquellos doctorandos, os recomiendo que dejéis los nervios en la puerta, porque sino no da tiempo mas que para ponerse nervioso. Yo me otorgo el «cum laude» a la templanza, lo más difícil en la exposición fue ser capaz de centrarme en el discurso al margen de mis emociones, que en algún momento me hicieron decir «algún gazapo» que creo que corregí con cierta soltura.
En cualquier caso, jamás seré lo suficientemente objetivo como para valorar esta experiencia que ha acabado en un tribunal. Han sido los años más felices de mi vida, a la busca y captura de la verdad, con la compañía de personas extraordinarias a las que debo todo el mérito de la esta tesis.
Para todos y cada uno de ellos mi homenaje reflejado en una tesis.