Crítica al pensamiento económico vigente

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El concepto de Economía es tremendamente volátil si lo analizamos desde una perspectiva histórica. No en todas las épocas ni en todos los lugares se ha realizado siempre de la misma manera. Sin embargo la implicación tan estrecha que mantiene con la cultura hace que parezcan existir unos principios inmutables que casi nadie cuestiona.

A menudo se critican las decisiones de carácter económico que los particulares, los gobiernos o las distintas organizaciones toman bajo presupuestos de eficiencia, utilitarismo o distribución de la riqueza.

Sin embargo, Economía es algo más de lo que parece económico, y algo menos que el movimiento de capitales.

La palabra economía nace para aglutinar todas aquellas transacciones que permiten al hombre cubrir sus necesidades materiales. Estas necesidades van más allá de ninguna restricción, pues son en realidad las aspiraciones que el ser humano tiene de lo que ha de ser su propia vida material.

De esta forma todo lo económico es una entelequia, pues el hombre se esfuerza en cuantificar necesidades cada vez más crecientes, pretende adelantarse a un futuro desconocido e intentar que sea mas amable.

Este planteamiento se da de bruces siempre con un corto plazo que parece querer demostrarnos la insensatez de querer asegurar el futuro.

Así observamos como las grandes teorías económicas caen por su propio peso con el paso de los siglos. Así como varían las sociedades y sus formas, cambia también la visión que el ser humano tiene de sí mismo y en relación al resto de seres humanos.  Hay una tendencia a separar al ser económico del ser humano, como si sus intereses fuesen distintos e incluso, como si las normas éticas parecieran amoldarse depende de cómo describamos el problema que la realidad nos demuestra.

Así por ejemplo, si un particular debiera dinero a un tercero y por esta razón perdiera su casa, cabría juzgar al tercero como un oportunista, una mala persona,… e incluso se valorarían medidas de aplazar la deuda, e incluso de proteger la seguridad de la familia deudora por encima del bien del inmueble (véanse las normas de la Casa de David, a este respecto). Sin embargo, si este tercero es una institución, el debate es zanjado rápidamente como una mera cuestión económica en que no se puede hacer nada. El imperio de la Ley se aplica sin enmienda, pues su ejercicio y calidad depende del capital de sus participantes.

El dinero facilitó el intercambio en su aparición, pero con el tiempo dejó de ser un bien más para convertirse en una entidad en sí misma, sinónimo de poder, de realización de deseos, de autonomía y libertad.

Con los albores de las sociedades industrializadas se impone como un poder autónomo a nivel mundial , como el arma mas poderosa para el mantenimiento y derroque del gobierno político.

Ya con el capitalismo, aparece el capital anónimo, ausente de humanidad, definido como irresponsable, tajante y ajeno a cualquier norma que no sea la del tipo de interés.  Nada le importa al capital anónimo sobre el hombre y sus necesidades, si no le sirven para crecer y suponer cada vez una cifra mayor.

Todo esto nos lleva a hacernos una simple pregunta: ¿ Es correcta nuestra forma de hacer economía? Y una segunda pregunta más difícil de responder :¿ Tenemos capacidad para cambiar el rumbo que la economía, o es esta la tiene la capacidad de cambiar a la humanidad?

Por todo lo expuesto anteriormente, la respuesta a la primera es sencilla: no es correcta, pues no atiende a las necesidades de los ciudadanos del planeta, y cuanto mayor es el capital anónimo peor es la distribución de los recursos a nivel planetario. La falta de dimensión humana del capital anónimo hace que se convierta en un astuto deudor que da riqueza solo a cambio de consumo, y que no busca otro beneficio que el suyo propio.

La respuesta a la segunda es mucho mas controvertida. Desde una perspectiva histórica, el hombre parece mas un animal que un ser racional. Sólo en escasas ocasiones el poder político desea realmente adecuar la economía a las necesidades de los ciudadanos.

Estas épocas de intentar “domar a la bestia”, suelen venir acompañadas de revoluciones de las masas populares que buscan el interés común, despuntando dirigentes que son capaces de expresar su voz. Pero muy poco tiempo después, el interés particular de todos aquellos que se alzaron como un conjunto, acaba imponiéndose a la voz común. Cada individuo intentando defender su propio interés acaba perjudicando a algún tercero. Para proteger su puesto en la sociedad se crean barreras de entrada del mas diverso tipo, lo que hace cada vez más rígida a la sociedad y menos motivadora para los ciudadanos que la componen.

Los discursos, antes llenos de sentido ideológico, acaban careciendo de otra intención que no sea la de beneficiar intereses de grupos de poder que a su vez benefician a sus miembros.

Es decir, en el nacimiento de la voluntad de paz y harmonía nace también la semilla del egoísmo y del miedo, pues es el miedo a perder posición o riquezas lo que hace a las sociedades alejarse de modelos de distribución de la renta coherentes, y de dinámicas esperanzadoras en que el ser humano quiere luchar y trabajar para desarrollarse como individuos.

Cambiar el modelo económico ha sido hasta el día de la fecha solo posible con la revolución de los pueblos, con la guerra, entendida esta en el mas amplio sentido de la palabra. Pero nunca ha aparecido el consenso sobre lo que es una economía humana.

La Ética es una vieja amiga de la que conocemos su buena voluntad, pero pierde autoridad a medida que se aleja de las decisiones particulares a las decisiones institucionales.

El poder se zafa con relativa facilidad de los compromisos legales e ideológicos, pues el capital anónimo normalmente es el autor de su consecución.

La vieja receta para adecuar la economía a las necesidades del hombre, sea cual sea la época nace del corazón del individuo que intenta que su entorno inmediato sea lo más humano posible.

Así vemos instituciones que paralelamente a la autoridad política y fiduciaria[1] pretenden ajustar la realidad a las necesidades de la comunidad. Surgen como agentes económicos de extrema importancia, pues son más económicos que los primeros, si entendemos por economía todo ese conjunto de medios y relaciones que permiten al individuo su evolución como seres humanos.

El ser humano no se puede definir así mismo como un ente fraccionado en claras y delimitadas facetas como habitualmente solemos hacer. No es correcto hablar del hombre como un ser económico al margen de sus relaciones personales y sus creencias. Limitar el hombre a la matemática es tanto como pesar un ramo de rosas y no atender a su morfología y aroma.

A medida que el dinero se ha ido imponiendo no solo como medio de intercambio y ahorro de riqueza, sino como entidad anónima y autónoma de la humanidad, ha desarrollado su propio lenguaje, su propia cultura y sus propias reglas del juego.

El calado de este novísimo idioma es tan profundo en nuestras sociedades que esta forma de atribuir recursos, responsabilidades y “roles” tan comercial se ha extendido a las relaciones personales y de carácter informal de los seres humanos.

La cultura se modifica a causa de la economía. Quiero recordar a Unamuno y su visión de la intrahistoria de los pueblos donde no es tan importante la sucesión de acontecimientos históricos como la vivencia que los hombres experimentan cuando ocurren y la forma en que los transforma. De igual forma, cuando hablo en este texto de cultura me refiero a la “intracultura”, entendiendo como tal, la forma en que el ser humano y la sociedad se manifiesta a causa de sus conocimientos, costumbres, tradiciones , y de los modelos de “líder” que ensalza como prototipo del sueño de sus individuos.

La vivencia personal del individuo perteneciente a una sociedad es el fruto de la economía y de sus relaciones sociales. El volumen de transacciones económicas es tan grande que está comenzando a ser la principal actividad social del individuo, y como tal tinta todas las facetas de su personalidad.

Una tercera pregunta es hasta donde será capaz de soportar el hombre una economía inhumana. Y no me refiero solo al ánimo que el juicio individual imprime en las decisiones cotidianas, sino a la capacidad de la especie para sobrevivir en una jaula que un “alien” a diseñado para nosotros.  Estamos hablando de estabilidad emocional, salud mental, aislamiento y sensación de no pertenecer al mundo en que se habita.

Tal vez, esta economía sea tan ajena al hombre que un buen día éste la abandone como quien despierta de una pesadilla.

La actual dinámica capitalista parece abocada a la autodestrucción pues su objetivo teórico no es otro que el capital anónimo posea todos los recursos del planeta, existentes y creados en el futuro. Los salarios tienden a reducirse cada vez mas, los capitales propios son cada vez mas castigados y aumenta el riesgo de su conservación, y la causa es muy simple, la competencia. Esta entidad, motor del capitalismo, es intima compañera del capital anónimo que es directamente aconsejado por la rentabilidad.

El principio de rentabilidad es la batuta que desplaza empresas a lo largo del planeta, que crea y destruye empleo, y establece una jerarquía social y organizativa al margen de la voluntad de los seres humanos.

Este principio en el individuo es relativamente importante, pues no solo valora los activos materiales, sino todos aquellos que el dinero no puede comprar y son superiores y mas eficientes que los primeros. Un mero ejemplo, el aire que respiramos es un bien libre sin el cual no podemos vivir, y las carencias emocionales son la principal causa del suicidio frente a las necesidades materiales.

Se da la paradoja que en las sociedades mas pobres, los activos inmateriales relacionados con las necesidades psicológicas de pertenencia al grupo, cariño y valoración del ser humano, son mucho mas eficientes que en las sociedades mas ricas desde un punto de vista material, y que a dia de hoy se identifican con las sociedades capitalistas.

El individuo capitalista parece no ver todos estos activos inmateriales y pretende cubrir todas sus necesidades con todo aquello que se puede comprar.

Discurso Económico y realidad económica.

Las razones por las cuales un sujeto se acerca intelectualmente a un objeto, son fundamentales para entender tanto la calidad como la veracidad de la intención del texto.

He de decir, que mi principal motivación en el desarrollo de este artículo no es otra que la simple y sencilla voluntad de conocer y entender al hombre. Para mi la economía agregada es la manifestación mas descarada e infantil del ser humano como especie. Tal vez somos capaces de decir con el devenir económico verdades del subconsciente colectivo que no somos capaces de admitir como individuos.

La realidad económica es la consecuencia de los hombres que han contribuido a su aparición y desarrollo, con todas las virtudes y defectos que los conforman. Es por tanto, un fiel espejo de nuestra naturaleza, un registro para aquellos que sepan leer entre líneas de nuestro avance como especie.

Las barreras al desarrollo de un pensamiento económico nuevo

La primera de ellas es el rigor universitario.  Y espero que no se asusten. Mi experiencia me dice que el desarrollo de textos universitarios en torno a la economía van más encaminados a obtener el beneplácito de la comunidad universitaria que ha solucionar problemas de carácter económico, lo cual es una curiosa paradoja desde el punto de vista conceptual.

Siendo la Economía una ciencia que nace de la praxis, teorizar sobre ella con ánimo descriptivo y sin voluntad alguna de transforma la realidad, es como mucho, un buen trabajo de bibliotecario, o registrador.

La comunidad universitaria, no suele ver con buenos ojos la creatividad científica en las ciencias sociales. Fomentan más la expansión de una determinada doctrina sobre la cual juzgar la realidad, que en el mero análisis y obtención de las conclusiones que obtiene el investigador de la realidad. De hecho, si la realidad no apoya las teorías de la comunidad que surge en torno a la doctrina económica, simplemente se explica como un hecho anómalo en toda una cadena de aciertos investigadores.

A lo que no estoy dispuesto a renunciar es al rigor científico, siempre y cuando sea posible, y ya sabemos los economistas la dificultad que esto entraña. Alguien dijo que la Economía es la ciencia capaz de medir el peso del humo de un cigarrillo.

Y lo cierto es que así debería ser, pero no siempre es sencillo, sobre todo cuando queremos obtener valores cuantificables de activos que no lo son.

La segunda, es el interés personal. Habitualmente, los autores de economía del montón (entre los cuales aspiro encontrarme), suelen escribir textos que los acrediten como expertos en tal o cual aspecto de la economía. Como una forma de engordar el “curriculum vitae” y tal vez mejorar su carrera profesional. Esta cadena tiene la peculiaridad de doblar el discurso en torno a lo “procedente” y lo “inadecuado”. Buscando con mimo la forma de describir los hechos para no buscarse enemigos en la medida de lo posible, y agradar los intereses de terceros que pueden beneficiar el interés particular.

Mi interés personal está a medio camino entre la aspiración espiritual y la cura psicológica, y no es otro que el analizar la realidad económica que todos vivimos desde un prisma lo más ajeno posible a los discursos habituales, como un niño que por primera vez se encuentra con un objeto y trata de describirlo con su propio lenguaje.

Si bien he sido profesor universitario en metodología cuantitativa en una Facultad de Económicas, hijo de empresarios y trabajador en distintos niveles de una empresa familiar, asalariado y voluntario desinteresado,… la experiencia en todos estos hábitos me hacen plantearme que la mayor parte de lo aprendido es inútil desde un punto de vista práctico.

La tercera es el utilitarismo.

Economía y busca de la utilidad, son conceptos parejos. Sin embargo, el para quién es esa utilidad es un presupuesto no científico, de carácter opinático y discrecional.

Por tanto habrá una doctrina económica para cada grupo de interés. Es lógico que la doctrina generalmente aceptada sea aquella propuesta por los grupos de poder con mayor capacidad de propaganda.

El economista puro, debe buscar el interés general, que en mucha ocasiones va en contra de los intereses particulares.

La cuarta, la negación de argumentar todo aquello que no sea demostrable.

La actual crisis, no es solo una crisis económica y social. Es la crisis de la lógica como uno vehículo transmisor de la verdad.

Los argumentos son múltiples, pero con ánimo de que se comprenda esta voluntad de liberación, añadiré simplemente dos incómodos argumentos.

El primero de ellos, es que todo discurso lógico nace de unos presupuestos simples, sobre los que se interpretan la realidad. Es necesario que sean simples para no inducir a error, ni confusión y han de ser susceptibles de ser rechazados si en el proceso científico se encuentran argumentos que los desechan.

Esto si bien es un proceso “honesto”, pues admite la falibilidad de estudio, de forma sibilina y hasta que no se demuestre lo contrario deja inmunes los principios a partir de los cuales se desarrolla el discurso lógico.

Este corsé del método científico limita la capacidad del investigador para analizar el todo, a la vez que le facilita el estudio de la parte.

Y en particular, en la aplicación de la metodología científica a las ciencias sociales, el corsé llega a ser asfixiante, pues el ser humano es prácticamente inabarcable como objeto de estudio por sí mismo, y es muchas veces mas esclarecedor, el estado de ánimo que se respira en el ambiente económico, que las conclusiones lógicas de complicados procesos científicos basados en presupuestos demasiado estrechos.

Daremos pues el lugar natural que le corresponde a la lógica en la cotidianidad del ser humano, es decir, el ejercicio del sentido común en base a lo demostrable y lo evidente.

La quinta, la mente colmena.

“Donde vas Vicente, donde va la gente”, dice la sabiduría popular. Esta cadena es la más fuerte y difícil de romper. El individuo se adhiere a las corrientes de pensamientos de su entorno, sin pensarlas demasiado, y especialmente en cuestiones de Política Económica.

La gente se define a sí misma en base a su profesión, el partido político al que se adscribe, el equipo de futbol, costumbres religiosas,… este maremágnum de sistemas ideológicos acaban delimitando también el campo de visión de los seres humanos.

Conviene revisar pues todos estos sistemas de ideas, e incluso ser capaces de obviarlos a la hora de revisar la realidad. Conviene revisar esos presupuestos volviendo a preguntarse que es el bien, la libertad, la igualdad, o incluso si hay otros valores que merece la pena descubrir y defender en una escala de preferencias.

 


[1] Es importante no confundir autoridad fiduciaria, con los bancos centrales con pacidad para controlar la emisión de moneda. Aquí me refiero a esta autoridad, como aquellos agentes capaces de movilizar grandes cantidades de dinero y por tanto son una fuente de creación de riqueza, pero de carácter arbitrario, pues eligen a quien y por que beneficiar.

Necrósis y cíclica económica

Fuente: http://www.elojodeltuerto.com/tag/ciclos-economicos/
Fuente: http://www.elojodeltuerto.com/tag/ciclos-economicos/

La Sociedad se desenvuelve en dos ámbitos fundamentales, Derecho y Economía. En este momento Derecho y Economía son igualmente importantes, pero si concebimos la Economía como el conjunto todas las relaciones que mantenemos con nuestros semejantes y con nuestro entorno, la disciplina económica toma una nueva dimensión; siendo necesario plantear como activos fundamentales intangibles como la confianza, el bienestar, la satisfacción personal y social, el compromiso, la verdad y muchos otros términos que hasta ahora han tenido más que ver con la Psicología, la Sociología, la Religión y la Ética.

Estos activos aunque invisibles no dejan de ser reales y con un gran valor para el Hombre a lo largo de toda la Historia. La miopía de la Economía actual es un hecho evidente que todos los economistas tienen claro. Así por ejemplo, todos los servicios que son gratuitos nunca serán recogidos en las cuentas macroeconómicas. Actualmente solo se considera objeto de la Economía todo aquello que es convertible en dinero, o comparable con una transacción que de forma similar se hubiera producido en una economía de mercado.

El acto de vivir es un acto económico gobernado por relaciones y recursos, siendo las transacciones únicamente un tipo de relación económica, pero la Economía no es solo comercio también es gratuidad, comensalismo, necrosis y depredación.

La Economía prospera cuando se produce creación de valor, lo que dista mucho de los beneficios financieros y las actividades especulativas. El valor  de los productos y servicios no solo es fundamental para la actividad económica, sino también para el bienestar de los pueblos y sus ciudadanos.

La verdadera creación de valor se produce cuando los seres humanos se comunican e interaccionan, pero no todas las formas de comunicación e interacción generan valor. Lo mas habitual es que el valor se traslade de unas manos a otras causando casi siempre una perdida de valor a terceros, la destrucción colateral de recursos y el deterioro del sistema económico en su conjunto.

Las ramas clásicas de la Política Económica, Liberalismo y Keynesianismo se enfrentan a  una realidad económica que parece no responder a sus teorías. El “paradigma de las interacciones” planteado por Josep Burcet analiza las crisis cíclicas de la economía de una manera diferente. Propone una nueva perspectiva para superar la sociedad post-industrial.

La evolución de las relaciones simbióticas a lo largo de la Historia.

El hombre primigenio era cazador-recolector, siendo la caza una actividad depredadora  y la recolección una actividad parasitaria o comensalista. Habrá que esperar al Neolítico para que el ser humano comience a crear valor con la agricultura y la ganadería, actividad que transforma el entorno haciéndolo más productivo a través de relaciones simbióticas (del tipo ganar-ganar) con las especies animales y vegetales con las que cohabitaba.

Con la agricultura comienza la acumulación de riqueza y con ella la aparición de estructuras piramidales que concentraban el poder en muy pocos a través de la guerra y el sometimiento. Para enriquecerse en la Antigüedad era necesario disponer del poder suficiente para conquistar y mantener los territorios, capturar esclavos, someter vasallos y apropiarse de los recursos de la tierra. Este comportamiento era imitado por las personas con menor poder que recurrían a la picaresca y al pillaje para sobrevivir o medrar.

El hombre aparece a medio camino entre el depredador y el parásito, para más tarde afirmarse como simbionte. No es de extrañar que la depredación, la conquista, el robo y el parasitismo sean prácticas aceptadas por nuestro subconsciente colectivo para satisfacer ambiciones y necesidades. Resulta paradójico que la agricultura, primera revolución simbiótica, haya sido generada por aquellos que históricamente han ocupado la posición social más baja y con menos poder.

La siguiente gran revolución simbiótica es la aparición de la manufactura, pero en este caso la simbiosis se produce entre los propios seres humanos, comerciantes y artesanos, que transforman los recursos naturales para crear elementos nuevos de mayor valor y utilidad. Aparece el arte y la enseñanza, primeros activos intangibles. La transmisión de la sabiduría permitía que el conocimiento de los profesionales perdurara y mejorara de generación en generación. El desarrollo de la cultura otorgó a los hombres la posibilidad de ir alejándose poco a poco de su condición de depredadores.

Habrá que esperara a los gremios artesanos y más tarde a la revolución industrial para que el comercio se expanda territorialmente y aumente el volumen de transacciones de forma drástica, creando una riqueza que antes no existía. La industrialización no acabó con la depredación y la apropiación ilícita de los recursos, pero se incrementaron levemente las interacciones simbióticas que son las que generan valor añadido.

La madurez de las economías industriales mejoró las condiciones de trabajo, y por tanto el bienestar general, mientras el producto interior bruto iba creciendo de forma aparentemente sostenible. En definitiva, la proporción de interacciones «gana-gana» empezó a aumentar lentamente a la vez que se reducían las interacciones depredadoras («gana-pierde» en las que la ganancia de una parte se produce a costa de la pérdida de la otra) y las de carácter necrótico (del tipo «pierde-pierde» en las que se produce la destrucción de valor para las partes).

Cuanto mayor es la proporción de simbiosis en el conjunto de todas las relaciones económicas mayor es la formación de valor del sistema. En las sociedades post-industriales aun perdura una proporción importante de actividades necróticas y depredadoras que afectan negativamente a la eficiencia de todo el sistema y que además desencadenan crisis económicas periódicamente.

A las economías industriales les sucedieron las actuales economías del bienestar que buscan precisamente el bienestar de sus individuos, garantizando con mayor o menor éxito la calidad de vida de sus ciudadanos. El asentamiento de la democracia, el comunismo, el socialismo utópico, la doctrina social de la Iglesia… transforman el subconsciente colectivo haciendo que la Sociedad vea como necesario cubrir las necesidades de los menos favorecidos y proteger a los trabajadores frente a las enfermedades y ante la vejez cuando ya no pueden desarrollar su actividad. Sin embargo, estas sociedades privilegiadas siguen caracterizándose por ciclos económicos en los que se alternan períodos de expansión y recesión.

Las crisis se caracterizan siempre por una intensificación de la depredación, de la necrosis, y del número de personas que las practican. Los recursos financieros destinados a este tipo de actividades crece desorbitadamente, lo que suele conducir a la aparición de burbujas económicas en las que el aumento del precio supera el incremento del valor real de los bienes y servicios. Cuando estalla la burbuja todos los afectados sufren la necrosis (interacciones «pierde-pierde») con el consecuente perjuicio para el sistema global. Finalmente, la recuperación se logra porque la parte del sistema económico que genera valor acaba pagando las consecuencias, normalmente en condiciones penosas de escasez de recursos, hasta que el sistema se recobra.

Ciclos Económicos.

La historia reciente muestra que las recesiones se producen periódicamente de forma errática en cuanto a magnitud y duración. Sin embargo los periodos de recuperación y prosperidad son más largos que los periodos de crisis y los niveles de máximo desempleo se alcanzan justo inmediatamente después de finalizar cada recesión.

Las crisis financieras y las burbujas que preceden a las crisis económicas son causadas por las viejas prácticas de los depredadores que buscan enriquecerse sin crear valor. Esta actitud cortoplacista es precisamente la que desencadena el inflado de la burbuja a costa del empobrecimiento posterior de los participantes. En estas etapas especulativas proliferan los agentes económicos especializados en ganar dinero alentando una conciencia común en los participantes de que todo va a salir bien. En la especulación no hay generación de valor sino pura y dura inflación alimentada por los oportunistas con poder sobre el mercado.

La burbuja no está causada por actividades delictivas en la mayoría de los casos sino por una ambición institucionalizada. Proliferan los actos ilícitos e ilegales, tales como, falsificación o maquillaje de documentación contable, productos de ingeniería financiera de dudoso valor y alta volatilidad o practicas de respaldo de valor con activos materiales cuyo precio se ha inflado de forma artificial (activos tóxicos). En el ámbito de la legalidad se produce depredación y abuso de poder.

Sirvan como ejemplo:

  • la oferta pública de acciones de una sociedad saludable a la que se le ha restringido el crédito o se la ha perjudicado de forma dirigida para hacer que el valor de sus acciones baje de forma artificial;
  • la publicidad engañosa y la ingeniería social que permite mantener el consumo en niveles innecesarios que agotan los recursos de los que goza el sistema;
  • la aplicación concertada de tarifas excesivas;
  • los servicios públicos de carácter clientelista que buscan reducir la tasa de paro de forma coyuntural y generar clientela política que depende de los salarios y las subvenciones del estado, pero que no generan valor añadido;
  • la letra pequeña de los contratos y los compromisos de permanencia turbios que pueden suponer algún tipo de abuso de los clientes y la conservación del consumidor contra su voluntad en vez de su fidelización. La lista no tiene fin.

Todo este tipo de prácticas son llevadas a cabo por oportunistas o “free-riders” que escudriñan las grietas de la legalidad para sacar ventaja de forma injusta y depredar a la menor oportunidad sin generar nada de valor por el camino.

En las últimas décadas, muchas economías post-industriales han mantenido unas tasas bajas de crecimiento y por esa razón las multinacionales y la banca fomentan el desarrollo de economías emergentes en las que las recetas de la industrialización y el bienestar siguen generando tasas de crecimiento considerable a la vez que les permite depredar sobre los recursos naturales y el factor trabajo.

El modelo de sociedad post-industrial está completamente agotado. La solución no pasa por reformar las doctrinas liberales, ni relanzar el marxismo. Es imperativo reducir la depredación que genera la necrosis afincada hace tiempo en estas economías y que tiene claros síntomas de haberse establecido como un estamento inamovible de la economía mundial.

Debemos distinguir la depredación inter-pares, esto es entre empresas o profesionales que gozan de la misma capacidad de negociación y una dimensión similar, de la depredación en la que uno de los competidores puede abusar de su posición de fuerza y perjudicar a los más débiles. La primera aumenta la competitividad del grupo, la segunda destruye riqueza y no genera valor para el sistema.

Es necesario que las sociedades que sucedan al estado del bienestar reduzcan la necrosis y la depredación oportunista para que un número significativo de personas y organizaciones dediquen lo mejor de sí mismas a la creación de valor a través de fórmulas de simbiosis de alto rendimiento.

Según J. Burcet ,“Estas sociedades deberían producir tasas de crecimiento substancialmente mayores a lo que ahora conocemos en las economías occidentales, tal vez en torno al 10 % o más, y podrían hacerlo de una manera sostenida y sin sufrir ningún recalentamiento”.

En los periodos de crisis las economías del bienestar aplican un procedimiento clásico que consta de dos etapas, rescate y regulación, que permiten solucionar la crisis pero no el problema de fondo que la genera de forma sistémica.

El rescate es una inyección de recursos a costa del endeudamiento de los Estados y en consecuencia aumenta la deuda de todos los agentes, tanto los que generaron la burbuja como los que se mantuvieron al margen. Este rescate supone hipotecar gran parte del beneficio futuro del sistema económico.

La regulación se traduce en un incremento de la normativa y la burocracia, lo que hace que las sociedades sean cada vez más rígidas y menos eficientes, pero garantiza una calma momentánea para que no se repitan los procesos que generaron la burbuja. No impedirá sin embargo que los “free-riders” sigan buscando oportunidades de depredación en vacíos legales o que generen nuevos productos para escapar a la regulación.

Esta formula es insuficiente para prevenir un nuevo brote y esto se ha demostrado cada vez que ha acontecido alguna catástrofe económica en las últimas décadas o ante la aparición de alguna burbuja. En muchos casos el exceso de normativa desplaza la dinámica económica a países en que existen regulaciones mas laxas para acabar abasteciendo las mismas sociedades que han dictado estas normativas.

La formula rescate-regulación no nos pondrá a salvo de la dinámica de ciclos recesión-prosperidad.

Sin embargo, la sociedad sigue evolucionando y las sociedades más maduras muestran una clara reducción de las actividades necróticas en los últimos setenta años, desde el fin de la segunda guerra mundial, y esta tendencia es cada vez mayor.

Aunque la mentalidad común no ha alcanzado aun la altura moral necesaria para impedir la formación de burbujas y se sigue viendo con admiración al oportunista-depredador, si podemos afirmar que se ha producido un cambio cultural que también valora las actividades de carácter simbiótico: voluntariado, investigación y colaboración para lograr la mejora del sistema .

Este cambio cultural creciente y constante será más efectivo en el futuro que la expansión reguladora pues la única forma de reducir la depredación es cambiar la mentalidad económica sobre lo que es lícito e ilícito, y sobre el umbral de corrupción moral que el individuo es capaz de soportar. El control social de carácter informal y grupal no regulado es la herramienta fundamental para contener la depredación del oportunista.

Actualmente, la política monetaria se basa en el control de la liquidez financiera mediante la variación de los tipos de interés y no establece diferencia entre agentes económicos creadores de valor y especuladores. Por tanto, cuando el dinero es abundante y barato para los simbiontes también lo es para los depredadores y mientras sea así el relanzamiento económico será también un relanzamiento de la depredación.

Sin embargo los simbiontes creadores de valor son los que asumen las consecuencias de la crisis: la factura del rescate, la presión del incremento de la regulación, el aumento de la burocratización y la caída del nivel de calidad de vida de la población.

Ineficacia de las medidas liberales y keynesianas.

La doctrina económica keynesiana se suele aplicar en periodos de contracción económica. Las medidas de política monetaria consisten en controlar el volumen de créditos a través del  aumento del tipo de interés, lo que reduce la circulación del dinero y pretende controlar la inflación. La consecuencia inmediata es que el dinero resulta más escaso, inaccesible y caro.

El 8 de noviembre del 2007, antes de la caída de Lehman Brothers las tensiones inflacionistas en la Europa del euro hubieran aconsejado según el keynesianismo la subida del Euribor para reducir la velocidad de circulación del dinero, sin embargo, el Banco Central Europeo no se atrevió y mantuvo los tipos en el 4% aunque endureció significativamente el tono de su discurso. En síntesis, en el comunicado posterior a la reunión vino a decir que la situación de la inflación (desbocada al 2,6%) exigiría una subida contundente de tipos, pero que las incertidumbres sobre el ciclo económico aconsejan esperar otro mes. En Diciembre del 2007 el Euribor se situaría en el 4,79%.

1

Tabla de datos del euribor[1]:

Enero Febrero Marzo Abril Mayo Junio Julio Agosto Sept. Octubre Nov. Dic.

4,064

4,094

4,106

4,253

4,373

4,505

4,564

4,666

4,725

4,647

4,607

4,793

 

El 16 de Septiembre del 2008 se produce la caída del gigante financiero, a lo que le sigue una caída en picado del Euribor que se situaría en el 3,45% en Diciembre del 2008.

2

Tabla de datos del euribor[2]:

Enero Febrero Marzo Abril Mayo Junio Julio Agosto Septiembre Octubre Noviembre Diciembre

4,498

4,349

4,590

4,820

4,994

5,361

5,393

5,323

5,384

5,248

4,350

3,452

 

La caída continua a lo largo del 2009 alcanzando mínimos históricos en Diciembre del 2009, sólo un 1,24%.

3

Tabla de datos del euribor[3]:

Enero Febrero Marzo Abril Mayo Junio Julio Agosto Septiembre Octubre Noviembre Diciembre

2,622

2,135

1,909

1,771

1,644

1,610

1,412

1,334

1,261

1,243

1,231

1,242

 

A lo largo del 2010, se mantiene prácticamente estable alcanzado el valor máximo en diciembre con un 1,56%

4

Tabla de datos del euribor[4]:

Enero Febrero Marzo Abril Mayo Junio Julio Agosto Septiembre Octubre Noviembre Diciembre

1,232

1,225

1,215

1,225

1,249

1,281

1,373

1,421

1,420

1,495

1,541

1,526

 

En el 2011 el Euribor sigue una tímida tendencia al alza alcanzando en marzo el 1,856%.

La caída de Lehman Brothers supuso toda una declaración del nivel de propagación de los activos tóxicos inmobiliarios. Supuso en sí misma una restricción del volumen de la masa monetaria, pues de forma simultanea el valor de estos activos cayó casi de forma inmediata y significó el empobrecimiento de todos los implicados en la burbuja. La consecuencia en Europa fue la reducción drástica de los tipos de interés para amortiguar la caída de liquidez en los mercados.

Es importante destacar que en los márgenes inferiores al 2% del tipo Euribor dejan a la autoridad monetaria con un margen casi inexistente para controlar la evolución de la inflación y el nivel de temperatura de la economía. Además la necrosis financiera toma el control de la política monetaria siguiendo el principio de las medidas razonables que ha de tomar la autoridad monetaria beneficiando a aquellos que barajaban esta expectativa y que conocían la situación real del mercado.

La política industrial y tecnológica del keynesianismo propone “abrir y tapar zanjas” para aumentar el volumen de salarios y expandir la inflación como un mal menor para reactivar el consumo. El problema de este planteamiento es que es el estado el encargado de endeudarse para financiar esta expansión artificial, y que el objetivo no es la creación de valor añadido, aunque pueda crearse de forma colateral, sino la expansión del consumo. Si a esto le añadimos la visión de corto plazo de los gestores las consecuencias son catastróficas a largo plazo.

Esto beneficia la subvención y desarrollo de proyectos inútiles sin ninguna intención de crear valor. Podemos incluso contemplar políticas recaudatorias que subcontratan a empresas para la realización de actividades carentes de creación de valor añadido y que reducen la renta disponible de los ciudadanos lo que repercute negativamente en el consumo y genera clientelismo político.

Proliferan las normativas que dejan obsoletas equipos y tecnologías con el fin de expandir el consumo empresarial en equipos nuevos y así mantener la producción industrial, lo que perjudica a las pequeñas empresas con pocos recursos financieros y apalancan financieramente sus estructuras contables lo que las hace más débiles y dependientes de la disponibilidad de créditos. Este tipo de normas legislativas rara vez suponen un aumento de la capacidad de crear valor y generan “chatarra” lo que supone todo un problema pues aumentan los residuos y perjudican al medioambiente.

El despilfarro de recursos con esta dinámica ficticia de obsolescencia perjudica también al tercer mundo, pues muchos dispositivos que son caros de reciclar acaban en vertederos de estos países, generando un problema ecológico de proporciones mundiales.

Por otro lado, los postulados liberales inciden en políticas de demanda expansivas, política de ofertas basada en la “productividad” de los recursos de producción y eliminación de restricciones al comercio.

La Políticas de demandan intentan excitar al consumidor para que consuma lo máximo posible, incluso por encima de sus posibilidades a costa de su endeudamiento. Esto es una perversión del acto de consumir, ya que se equiparan deseo y necesidad, y generan modelos adictivos de consumo de productos cuyo valor es muy inferior al valor real en términos biológicos. Tiene consecuencias nefastas en el largo plazo pues las sociedades se acomodan en el apalancamiento financiero y se debilitan para afrontar épocas de crisis.

Las políticas de oferta basadas en la competitividad global de los factores de producción, encierra en sí otra perversión relacionada muy especialmente con la explotación del factor trabajo y la depredación de recursos naturales. El pago del factor trabajo local se hace comparándolo a través de “la mano invisible” con el precio del factor trabajo global, que siempre será inferior pues en algún lugar se producirá más barato. Sin embargo, el precio exigido siempre será el local y no el global. La consecuencia es una caída sostenida de la capacidad adquisitiva de los trabajadores, y por tanto, una caída en el demanda que las políticas comerciales de la empresas en relación con ele sistema financiero, pretenden activar.

Para lograr una economía sostenible es necesario que la capacidad adquisitiva de los agentes económicos sea directamente proporcional y suficiente a sus necesidades, lo que logrará por otro lado una demanda sostenida. La oferta de igualar lo máximo posible a la capacidad de demanda, y exceder en el estockaje suficiente para el abastecimiento, para evitar la caída de precios.

Nos hemos acostumbrado a vivir en etapas de crecimiento, pero ahora hemos de aprender a vivir una continuidad lineal solamente interrumpida por la aparición de nuevas innovaciones que generen riqueza nueva.

Parece que el hombre de nuestra época ha perdido la capacidad de entender el valor real de los productos y servicios y solo entiende las variaciones de valor en términos financieros.

Según J. Burcet el ciclo de las crisis sigue el siguiente proceso:

  1. Desbocamiento de las interacciones «gana_pierde», lo que suele materializarse en la burbuja debido a que suben los precios pero no el valor, beneficiando el enriquecimiento de los especuladores.
  2. Incremento de la inflación.
  3. La autoridad monetaria para combatir la subida de precios aumenta los tipos de interés.
  4. Se reduce la liquidez y el crédito y la burbuja estalla cuando se intenta recurrir a la liquidez de los activos tóxicos de forma agregada significativa. Se produce la necrosis con pérdidas importantes ajustando el valor de mercado al valor real.
  5. Se inicia la recuperación del sistema y los agentes más sanos de la economía pagan las consecuencias en un ambiente monetario muy adverso y enrarecido, a la vez que asumen una legislación restrictiva que limita su capacidad de actuación.
  6. Cuando se ha superado la necrosis se vuelve a expandir el crédito a través de la bajada de los tipos de interés.
  7. La búsqueda del beneficio a corto plazo alimenta principalmente las actividades depredadoras de carácter especulativo

Los ciclos económicos a los que estamos acostumbrados de expansión-necrosis castigan el tejido económico sano basado en relaciones simbióticas y que es el único capaz de crea valor. Y este tejido se ve perjudicado tanto en épocas de expansión como en épocas de crisis.

Cuando el dinero abunda su capacidad de inversión ve seriamente limitada porque los recursos financieros son atraídos por «negocios» que parecen más atractivos con ganancias fáciles y rápidas a corto plazo. Y cuando el dinero es mas escaso y caro se les obliga a participar en las medidas de rescate y tapar los agujeros, en un clima económico muy adverso y en condiciones legislativas más severas.

Para potenciar el crecimiento real hemos de beneficiar a los agentes que basan su actividad económica en relaciones simbióticas que son las que sustentan nuestro bienestar, lograr que sean menos perjudicadas por la depredación y que disfruten de condiciones optimas para crecer y crear riqueza a largo plazo.

Superar el modelo postindustrial pasa por atemperar los ciclos económicos y reducir la necrosis y la aparición de burbujas, a la vez que se fija el bienestar y la capacidad de generar riqueza como un problema de largo plazo. Teniendo en cuenta que hemos alcanzado el techo de este modelo hace tiempo, el cambio es absolutamente necesario, pues sino asistiremos a una migración masiva de los recursos económicos del primer mundo a países emergentes donde el modelo postindustrial aun funciona, en vez de lograr un crecimiento sostenible y uniforme de la economía global. Si no cambiamos el modelo económico asistiremos a la migración de la riqueza a nivel internacional pero no a un desarrollo real de la economía mundial.


[1] http://www.hipotecasyeuribor.com/euriborano.php?ano=2007

[2] http://www.hipotecasyeuribor.com/euriborano.php?ano=2008

[3] http://www.hipotecasyeuribor.com/euriborano.php?ano=2009

[4] http://www.hipotecasyeuribor.com/euriborano.php?ano=2010