Cuando decidí acometer el proyecto de tesis doctoral me prometí a mí mismo no caer en la ley del mínimo esfuerzo, esto es, escribir un texto más o menos acertado con la suficiente calidad como para que un tribunal me otorgara el título de doctor. Mi visión de la tesis es profundamente romántica. Considero que tesis es sinónimo de la obra fundamental de un autor. Por ejemplo, la Tesis sobre Feuerback de Karl Marx fué la base sobre la que se construyó el socialismo científico, en obras como El Capital. Y en épocas anteriores, cuando no se había «inventado» aun el título de doctor, grandes obras como las Summa Theologiae de Santo Tomás de Aquino, o los Princia de Newton, fueron las que les otorgaron ese título de grandes pensadores.
Supongo que estaréis pensando que tengo un ego desproporcionado si aspiro a alcanzar la talla de éstos. La verdad es que es todo lo contrario. Si me veo obligado a situarme en ese nivel de exigencia es porque considero como economista, que alguien lo tiene que hacer, y yo estoy moralmente obligado al menos a intentarlo, pues las graves deficiencias que ha demostrado en la práctica el pensamiento económico se pagan con hambre y sangre .
La Economía ha demostrado sistemáticamente ser un ciencia que caduca cada poco tiempo desde la aparición del Mercantilismo, siempre al servicio de grupos de poder, contaminada por el pensamiento político y la opinión, responsable en último extremo de justificar actividades y sistemas económicos que se han concretado en holocaustos de hambre y pobreza, para tras el fracaso, explicar desde un punto de vista «científico» porque han fracasado y cuales han sido sus errores. Es como si el economista más que científico fuera un comentarista de partidos de fútbol. Pero con el pan no se debe jugar, y menos con el ajeno.
Mi formación académica es liberal. Me he dado cuenta, ya finalizada mi tesis doctoral, que en cierta forma he sido adoctrinado por un pensamiento único, y gran parte del inmenso trabajo que ha supuesto mi tesis ha sido «desprogramarme». Recuerdo que en primero de carrera, cuando me contaban que necesidad y deseo es lo mismo desde la ciencia económica (marginalismo) yo me llevaba las manos a la cabeza y aullaba como un lobo a la luz de la luna. Para cualquiera que no sea economista es evidente que deseo y necesidad no es para nada lo mismo.
Otro ejemplo, la definición de Lionel C. Robbins de Economía, que es una de las más coherentes respecto del capitalismo y el marxismo, reza que Economía es la ciencia que estudia la asignación de recursos escasos entre medios alternativos. Con lo cual «te cuelan», primero que hay escasez de recursos, segundo, que economía es sinónimo de problemas que hay que resolver, y tercero, que lo importante es «optimizar». Bueno, pues economía, no tiene absolutamente nada que ver. Etimológicamente significa administración de la casa, y uno administra su casa fijándose en los recursos de los que dispone, no fijándose en su escasez. Administrar la casa no es un problema sino un placer aunque lleve asociado problemas, y sobre todo, no se puede optimizar nada cuando la administración de la casa depende de qué quieras hacer con ella: no hay metodología cuantitativa que soporte el capricho del hombre por mucho que lo hayan intentado los marginalistas. La inmensa mayoría de lo que se enseña en la Facultad de Economía no es ciencia, sino doctrina, pero para darse cuenta de esto hay que dedicar muchísimo tiempo a desaprender, y como decía a la auto-desprogramación.
Para poder entender que es realmente economía y si puede alcanzar una categoría de carácter científico he estudiado prácticamente todas las interacciones epistemológicas de la historia económica, es decir, como ha influido las distintas disciplinas de conocimiento en la economía, entre ellas la biología, la física, la religión,… y los resultados han sido demoledores. Los sistemas económicos que presuponen la escasez de recursos, tanto el marxismo como el liberalismo, son absolutamente inconsistentes desde un punto de vista científico, por razones que no voy a entrar a explicar hasta que defienda la tesis.
El caso es que después de haber redactado un 60% de lo que estoy a punto de depositar en el departamento, un señor, un argentino, el Papa Francisco publica Evangelii Gaudium allá por el 24 de noviembre del 2013. Y recuerdo casi llorar de la emoción cuando leí el documento. No podía ignorar lo herético que supone mi tesis para la doctrina económica vigente: decir que el dinero está mal diseñado, que no hay escasez de recursos, que la evolución es sinónimo de simbiosis y no de competencia, que el crecimiento financiero no es sinónimo de progreso humano,… y mil ideas más todas ellas intelectualmente suicidas contra la doctrina económica vigente.
Me encontraba muy sólo y eran compañeros difuntos con los que conversaba y me entendía a la manera socrática: Tomás de Aquino, Agustín de Hipona, Lin Margulis, Newton, Cournot, Cantillon, Smith, Mill,… Sin embargo, asomar la cabeza al mundo capitalista, al egoísmo institucionalizado, a la polisemia como medio para impedir los diálogos serios, y sobre todo, ese «ir cada uno a lo suyo» sin importar nada los demás, me sumió en una visión profundamente pesimista sobre la capacidad del hombre para sobrevivir como especie.
Y fué el Argentino, el que me sacó de ese pozo del «pero, ¿para qué hacer la tesis?, ¿qué te crees que vas a poder cambiar?». Automáticamente, la mayeútica con los difuntos, que había sido hasta ese momento la tesis, tomo una dimensión viva, pues era un diálogo con el Papa Francisco. En su exhortación apostólica, parecía decir ya basta. Ya basta de hablar y decir lo que las cosas deben ser, hay que empezar a actuar. Ya basta de dejarnos vencer por el desánimo y conformarnos con este mundo deformado que nos deforma a todos. «Esa Economía mata (evagelii gaudium, 53)». Le he citado sistemáticamente, seguramente he pecado de citarle en exceso, pero ha sido mi gran compañero de viaje intelectual desde entonces, y debía reflejarlo en mi trabajo de investigación.
Uno de los argumentos más utilizados para criticar una forma de pensar es tacharla de religiosa, como si fuera algo malo, algo despectivo, propio de los hombres de las cavernas o de los descerebrados. Sin embargo, yo no he encontrado mayor coherencia lógica que la Suma Teológica de Santo Tomás. Ni tan siquiera Sir Isaac Newton ha aguantado con tanta firmeza el paso del tiempo debido a la revisión de la teoría de la relatividad. El contenido de las encíclicas es muchísimo mas coherente que muchos manuales de Economía y esta es una de las grandes «verdades sombra» que se manifiestan en mi tesis. Supongo que ya muchos de vosotros a estas alturas, supondréis que mi tesis no será de carácter científico, pero es que en rigor lo és. He aplicado la filosofía de la ciencia a la construcción de una nueva manera de entender la economía, distinta a la «chapuza» a la que estamos acostumbrados.
Toda la teoría económica se basa fundamentalmente en primero opinar, y luego demostrar que el que opina tiene razón. Es como si Newton opinara «yo creo que la manzana cae por esta razón», y luego, buscara demostrar que tiene razón. No señor. No funciona así. Los grandes científicos entre ellos Newton, que es el fundador de la ciencia práctica, Lamarck, Darwin,… primero han observado, han aprendido, comprendido y después han deducido leyes universales, que son universales hasta que se demuestre lo contrario.
Bueno, pues como reza el «post» del blog: «lo ha vuelto a hacer«. Ya cerrada la tesis doctoral, desmontada la teoría económica vigente, propuesta una nueva Escuela denominada Neofisiocracia, diseñado un nuevo método de elaborar teoría económica basado en la metodología cuantitativa,… viene el argentino, y publica la encíclica «Laudato Si’. Sobre el cuidado de la Casa Común«.
Mi construcción de teoría económica se basa en la etimología de economía, y en los nuevos avances de la Física y la Biología; en el pensamiento económico de Keynes, Schumpeter, la Escuela Austriaca marginalista, … y más recientes, la Public Choice (Buchanan, Amartya Sen,…), Gessel, Max Neef,Roeggen,… (muchos de ellos ateos declarados); en la Filosofía aristotélica y tomista, la Escuela de Salamanca, … y multitud de autores que constituyen legión. Mi visión de la economía es que la actividad económica es un manifestación particular de la vida en la biosfera , y por tanto debe ser abordada a la manera de la biología (como opinaba Georgescu Roeggen), pero con los matices propios del ser humano, fundamentalmente su dimensión ética y la inmensa responsabilidad que supone su capacidad para modificar el entorno natural (eso ya lo aporto yo).
Pero al fin y al cabo, cuando hablo de economía hablo de casa, que es la raiz etimológica de economía y ecologia, y es la categoría fundamental para entender la acción económica y las repercusiones de la acción humana. Defiendo que el capitalismo es una manfestación religiosa de carácter trinitario, y el papa habla de mercado divinizado (Laudato Si’, 56). Propugno que hay que defender la diversidad bioeconómica, pues sólo gracias a ella son posibles los saltos evolutivos basados en la simbiosis, y esa misma idea está en Laudato Si’. El problema de la desigualdad en la distribución energética, la inequidad en relación al orden natural, la virtud aristotélica,… en fin. Yo no creo en las casualidades, y como Einstein, creo que Dios no juega a los dados.
El Papa Francisco, de nuevo sigue manteniendo ese diálogo conmigo, que ya no puede ser casualidad. Es la segunda vez que después de hacer redactado siguiendo una metodología absolutamente lógica y científica, y evidentemente desconociendo el contenido de las encíclicas que el Vaticano tuviera intención de publicar, el Papa Francisco me pone los puntos sobre las «íes» y completa todo aquello que yo no he sido capaz de ver.
Por eso, de nuevo, le muestro mi infinita gratitud, no sólo como Santo Padre desde mi condición de católico, sino por sus reflexiones como pensador bien asesorado que sabe tomarle el pulso a las necesidades de un mundo gravemente enfermo.
Gracias por dialogar conmigo, sin tú saberlo, mi querido amigo.